El vacío, en el sentido de ausencia total de cualquier cosa, ya sea materia o energía, no existe. Incluso si en una región determinada de espacio consiguiéramos no toparnos con nada, ni siquiera con una única partícula solitaria que lo cruce, seguiría habiendo allí una serie de «fluctuaciones», diminutas ondas de naturaleza cuántica que, apareciendo y desapareciendo continuamente, harían que ese espacio burbujeara de energía.
Muchos científicos han intentado, sin éxito, medir esas diminutas fluctuaciones. Durante décadas enteras, generaciones de físicos se han propuesto medir el espectro de esas pequeñas ondas que forman lo que solemos llamar «espacio vacío», pero nadie lo ha logrado. Hasta ahora.
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