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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Tres canciones para… bailar lentas en un guateque de los 80

Álvaro Alonsoel

En mi generación, la de los nacidos a mitad de los 60, los guateques caseros llegaron en sus últimos estertores, a finales de los 70 y primeros 80, como una costumbre heredada de los padres y hermanos mayores sin apenas cambios en el formato clásico: un lugar para las bebidas, otro para poner la música, algunos cómodos sofás donde poder darse el lote, un centro del salón diáfano convertido en pista de baile, y poco más. El anfitrión a veces coincidía con el encargado de la selección musical, y de apagar y encender luces para crear ambiente.

Es difícil olvidar el primer guateque, con quince años. Verdaderamente emocionante, porque se daba por aquellos años una cosa y era que entre las peticiones que hacíamos había más canciones españolas que extranjeras. Grupos como Tos, Mermelada, Mamá, Rubí, Los Secretos, Radio Futura, los Zombies, Morís, Alaska, Los Modelos, Burning, Los Pistones, Episodio, Nacha Pop, Tótem…

Por cuestiones puramente geográficas en aquel primer guateque sonaron grupos madrileños, de los que éramos fans enfervorecidos, de una manera que solo se puede ser cuando se tiene esa edad. Fue todo muy ordenado y nos tomábamos a nosotros mismos muy en serio, haciendo de aquella fiesta privada un acto definitivo.

Sonaron muchas canciones, aunque nos limitaremos a escoger tres. La primera es de Antonio Vega, por quien sentíamos adoración. El grupo Nacha Pop acababa de sacar su primer disco, y cuando las luces se pusieron tenues, después de brincar con Police, Paul Collins Beat, Elvis Costello, The Knack, Romantics, etc., cada cual eligió pareja y se puso a bailar “La Chica de Ayer”.



 

Después sonó Tótem, otro grupo madrileño que hacía un pop tan romántico que no se podía aguantar de lo románticos que eran. Tenían en el mercado un disco sencillo con dos canciones. Sonó la cara B, “Tal vez sea mejor” y, oh, sorpresa, contra todo pronóstico Elsa, la chica con la que estaba bailando -y a la que dedico esta canción donde quiera que hoy día se encuentre- no se separaba ni un milímetro de mi piel.

Algunos pidieron que se diera la vuelta al disco y así se hizo, como en un medley, sonó también la cara A, “Háblame”. Los corazones latían en la pista aceleradamente.

 



 

Siguieron sonando las lentas, una extranjera, “Bright Eyes”, de Art Garfunkel. Otra extranjera, “Father and Son”, de Cat Stevens. Y luego más españolas. Le llegó el turno a otro grupo madrileño, Los Modelos, y una canción preciosa que todavía me sorprendo cantando algunos días sin darme cuenta. Se llamaba “Noche de lluvia en Madrid”. A estas alturas todo daba vueltas a mi alrededor. Creo que estábamos bailando agarrados más rápido de lo que marcan los cánones. Hubo muchas más, pero por hoy ya es suficiente.



 

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