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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

La alegría de vivir de Ray Heredia

Álvaro Alonsoel

“Esto va dedicado a todas las mujeres bellas de la vida, que viven nuestras historias, nuestros momentos y nuestros lamentos: Alegría de vivir”. Sobre el teclado susurra la voz de Ray Heredia presentando “Alegría de vivir”, tal vez la canción más simple y desgarradora de la historia del pop español. Ray toca él mismo guitarra española y eléctrica, bajo, piano y percusión. Le acompañan en el disco Teo Cardalda y Jorge Pardo, además de Enrique Heredia, Marcelo Fuentes y Fernando Bellver. Sin ambages, una melodía directa y sencilla, repetitiva e hipnótica, arrastra como la corriente del río al resto de músicos. Es cuando entran los lamentos de Ray como una daga con punta de flecha. Imposible dar vuelta atrás. El alma se desangra dentro lentamente. “Dedicado a todas las mujeres bellas de la vida”. Solo una sensibilidad superior como la de Ray podía entrar en la piel de lo femenino de esta manera. Cuánto ha aprendido Alejandro Sanz de ese secreto que donó Ray Heredia antes de morir un 17 de julio de 1991 en su único disco, Quien no corre, vuela.

Un jueves 6 de junio de 1991, un mes antes de su muerte por culpa de la heroína, Ray presenta junto a La Barbería del Sur su flamante nuevo disco en la sala Revólver de Madrid, incómodo y postindustrial templo del rock de la calle Galileo Galilei 26 más acostumbrado entonces a programar a grupos de rock como Sex Museum. Allí se instalaron “los lunes flamencos”, y por el escenario rockero del Revólver pasaría Enrique Morente, José Mercé, Enrique Melchor o Miguel Poveda. Los denominados jóvenes flamencos iban tomando espacio en las noches de Madrid.

Ray Heredia apenas pudo ver publicado su gran disco. Tras la actuación del Revólver, moría al mes siguiente dejando desolado a familiares, amigos y aficionados. Una grabación histórica que abría definitivamente el flamenco al pop, aun cuando sutilmente se podían escuchar entre surcos aires de bulerías por debajo de “Lo bueno y lo malo”, y fandangos en “El Tiza”, el último corte de despedida. El disco salió, como tantos buenos, de la mano de Mario Pacheco al frente de Nuevos Medios. No pudo Ray ver su lenta e imparable expansión.

Ray Heredia había formado parte de los primeros Ketama. Las primeras maquetas del grupo, donde el flamenco ya empezaba a fundirse con la rumba y la salsa, fueron rechazadas por las compañías pese a la recomendación de Paco de Lucía. Solo Mario Pacheco se atrevió a ficharlos. Sale así Ketama en 1985, abriendo una nueva ruta para la música pop.  Pero la creatividad de Ray necesitaba más espacio. No es fácil encontrar las claves de lo que sucedió en esos años que transcurren entre Ketama y su primer y único disco en solitario. Lo cierto es que la aparición de Quien no corre vuela fue avisado con señales de emergencia por diferentes críticos, como Joaquín Albaicín o José Antonio Pérez, avisando de que estábamos ante algo nada pasajero.

“Alegría de vivir”, la canción con la que se abre el disco, es turbadora y catártica al mismo tiempo: turbadora porque desde el primer instante uno deja de ser el mismo; catártica, porque cuando termina, uno vuelve a nacer. Es nuestro “Like a Rolling Stone” y, como tal, perdurará por más que pasen cien mil años. Ray Heredia descubre aquí un oxímoron inconcebible donde la canción más triste que soñarse pueda se viste de una alegría inalcanzable. Habla acaso de la tristeza de saber que está ahí la alegría, que no vale dejar la vida pasar, que solo hay que abrir la puerta y ser libre, golpear el aire con fuerza y volar.

“El infierno de tu gloria ha pasao por mí, ahora siento y pienso adentro alegría de vivir. Alegría de vivir cuando estás cerca de mí, ahora siento y pienso adentro lo que habrá dentro de mí. Lo que habrá dentro de mí, yo la busco y no la encuentro, mi manera de sentir. Mi manera de sentir, yo la busco y no la encuentro, mi alegría de vivir”.



 

 

 

 

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