Las buenas historias en esto del rock suelen ser las de los chicos de clase media, como The Beatles, o de barrio pobre, como Billy Joel, que salvando todas las dificultades consiguen hacerse millonarios gracias a su tesón y su talento.
El caso de The Strokes es una excepción: jóvenes de familias ricas, con una selecta educación en internado suizo de élite, Liceo Francés de Nueva York y Escuela de Artes Tisch en la ciudad de los rascacielos, lugar donde pasar el tiempo los niños ricos ya crecidos que dicen la temida frase de “papá, quiero ser artista”.
Aunque suene a cuento de hadas, los ricos existen, y de vez en cuando algunos de sus hijos se rebelan contra ese ambiente entre nubes de algodón para seguir el camino más difícil: el de obtener el éxito en competición abierta contra los millones de bandas de rock and roll que hacen exactamente lo mismo que tú, con matices, en todas las partes del globo.
Las probabilidades de alcanzar el éxito son matemáticamente equivalentes a las de que te toque el euromillón apostando una sola vez. Sin embargo, el debut de The Strokes en 2001 fue más que un éxito un acontecimiento en la industria discográfica, dando lugar antes ya de su lanzamiento a una batalla campal entre dos compañías que querían hacerse con el producto. “¿Cómo lo consiguieron?”, se preguntarán todos los jóvenes que quieren montar un grupo de rock.
The Strokes, o lo que es lo mismo, el quinteto mágico formado por el cantante Julian Casablancas, el guitarra Nick Valensi, el batería Fab Moretti, Albert Hammond Jr., y el bajista Nikolai Fraiture, tenían y tienen, ya que acaban de publicar un nuevo álbum en 2013, la imagen perfecta. Cuerpos delgados como de pachucos mejicanos, botines, pantalones pitillo, peinados cubriendo parte del rostro, chaquetas exclusivas, algunas chapas, gruesos cinturones, todo para dar una imagen lo más afilada posible, como de cuchilla de afeitar.
Aunque The Strokes musicalmente siguen la estela de bandas de la Gran Manzana, comenzando por la Velvet Underground, siguiendo por Patti Smith Group y continuando por los Ramones, estéticamente siguen casi hasta el plagio el look de los primeros Byrds, en algunas fotos hasta se les podría confundir, con cuarenta años de diferencia. De hecho el gusto por las melodías y la doble guitarra y la no presencia en su debut de programaciones ni teclados los sitúan más cerca de los californianos que de sus paisanos de Manhattan.
El otro elemento que explica el éxito de The Strokes es su buen gusto musical, plagado de guiños al garage, los clásicos beats del sonido Motown, el punk y la new wave de finales de los 70. Y el hecho de que en este filón, donde parecía que ya no quedaba nada por decir, había dentro de la industria lugar para una superbanda. Posiblemente para la última superbanda de rock & roll sobre la faz de la tierra.
Después de Is This It, la industria discográfica se derrumbó como un castillo de naipes a raíz de las descargas de música en internet. El gran negocio de la música, el Dorado, había llegado a su fin.
The Strokes vendió sin freno, algo inusitado en una banda cuyo sonido está reservado para los supuestos expertos degustadores de música underground nacida en la independencia. De nuevo una gran compañía, la RCA, apostaba por sonidos arriesgados, pareciendo querer revivir la historia del sello Warner en la ciudad de San Francisco durante el verano del amor. Pero no fue más que un espejismo. No se encuentran bandas como The Strokes todos los días.
Alguien dirá que para los ricos todo es mucho más fácil. En otros ámbitos puede, pero no es ninguna novedad que la industria discográfica y las industrias que viven de ella están atestadas de tiburones, abundan los buscavidas, los comerciales, manager y productores capaces de chupar la sangre al más pintado, y de los críticos musicales, mejor no darle la mano a un pistolero zurdo. En el rock and roll no hay piedad. Y ser un puñado de niños ricos es ponerte directamente a merced de los piratas en la cubierta de un barco con las manos atadas a la espera de su veredicto.
El veredicto fue el número 8 entre los mejores debuts discográficos de todos los tiempos según la revista Rolling Stone. Así pues, por una vez, los piratas perdonaron la vida a los polizones.
Cuenta la leyenda que en su primer concierto en México D.F. tuvieron dificultades para seguir tocando debido a la lluvia de ropa interior femenina que fue cayendo como granizo sobre el escenario. ¿Se puede soñar con un mejor recibimiento?