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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

La vuelta al mundo con Queen

Álvaro Alonsoel

 Han pasado veintidós años desde que desapareció Freddie Mercury un día tal como ayer, 24 de noviembre de 1991. El grupo Queen, ahora que ya nos hemos acostumbrado a su ausencia, ahora que ya no nos llega más que el eco de sus canciones en algún partido de fútbol o en algún anuncio publicitario, tal vez puedan ser valorados con cierta ecuanimidad. Lo mejor tal vez sea hacerlo a través del valor intrínseco de sus canciones, fijándonos en la ejecución con los instrumentos más allá del humo, los focos y la parafernalia: Freddie sentado al piano cual McCartney, la prodigiosa guitarra fabricada personalmente por Brian May, el extremadamente creativo bajo de John Deacon y la versátil batería de Roger Taylor. Cuatro niños precoces, una década después de The Beatles, que crecieron y se fueron conociendo sobre un escenario.

Para sus detractores, que los hay, el sonido de Queen puede parecer lujurioso, excesivo, sobre todo en algunas de sus canciones más famosas, como «I Want To Break Free», «We Will Rock You», «Friends Will Be Friends» o «We Are The Champions». Sin embargo, ahí están esas otras canciones de Queen, delicadas y complejas, como «Play The Game», «Seven Seas Of Rhye», «Bohemian Rapsody», «Somebody To Love», «Hammer To Fall» o «Bicycle Race». Y esas otras canciones pop, como «Crazy Little Thing Called Love», «Radio Ga Ga», «Under Pressure» -un acierto el dueto, con importante aportación de David Bowie– o «Kind Of Magic», que obligan a una respuesta inmediata.

En su conjunto, es difícil no reconocer que la música de Queen supone un legado impresionante de melodías que han impregnado nuestras vidas querámoslo o no, como uno de los ejemplos más claros de eso que llamó Maurice Halbwachs «la memoria colectiva».

En gran medida creo que Queen se adelantaron a su tiempo, sobre todo cuando en agosto de 1983 comienzan a grabar The Works para convertirse en un epítome del rock. El cuarteto británico llegó ahí a un punto a partir del cual el rock iba a entrar en una pendiente resbaladiza potenciada por ese arma de doble filo para los artistas que fue la llegada del video clip.  Al igual que sucediera con la caída del Imperio romano, Queen estaban anunciando el final de una época, el punto máximo de lo que podía dar de sí el espectáculo del rock cuando el rock todavía era un espectáculo irrepetible.

Cuando Brian May se sube al tejado del Buckingham Palace mucho después, en 2002, para hacer sonar su guitarra eléctrica en una versión del «God Save The Queen» incendiaria, los británicos de abajo asienten moviendo las banderas como insensibles autómatas que estuvieran viendo a un superhéroe de la Marvel. El rock, como anunciara David Bowie, hacía años que había muerto. Aunque como con aquello del «fin de la historia» de Fukuyama, a uno le entran las dudas sobre el carácter definitivo de tales anuncios.

Mucho se ha hablado de los misterios del grupo Queen. Uno de ellos es el rol de experto en astrofísica del guitarra Brian May – doctor en la materia y con publicaciones divulgativas sobre astronomía-, que rompía muchas ideas preconcebidas sobre el rock y sus seguidores. También, en la misma línea, las misteriosas dotes de Freddie Mercury, refrendadas y explicadas con todo lujo de detalles por nuestra querida Montserrat Caballé, quien consideraba con todo el cariño del mundo que Freddie Mercury estaba perdiendo el tiempo y su talento para el bel canto.

No obstante, el misterio más grande que rodea a Queen tal vez sea otro. A saber, cómo un grupo a quien la crítica musical nunca tomó muy en serio pudo hacerse con uno de los clubes de fans más numerosos del planeta, desde Japón hasta el Perú pasando por Tanzania. Queen fue y es, en gran medida, todavía hoy, un fenómeno vivo para millones de personas que cantan y bailan al compás de sus canciones, una docena de ellas capaces de ser tarareadas por cualquiera sin dificultad. Canciones con una capacidad de réplica difícilmente comparable.

Tal vez no sean un grupo de culto. Pero si oyéramos el palpitar de nuestro planeta y de los seres vivos que habitan en él, de sus lamentos saldrían esas canciones poderosamente intuitivas, analíticamente brillantes, que los han convertido en dioses de un imperio que ya no existe, el del rock, con la diferencia con respecto al resto de que aguantarán mejor el paso de las décadas, porque son mucho más difíciles de situar en una moda o tendencia del momento. Queen andaban buscando el sonido del mecanismo del gran relojero celeste. Por eso mismo van camino de alcanzar lo permanente. Si es que no lo han alcanzado ya. Mientras tanto, Brian May sigue a diario en contacto con sus fans, sea para hablar del Big Bang o de si los zurdos son mejores a la hora de tocar la guitarra eléctrica.



 



 



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