El Huracán de Bob Dylan
Bob Dylan nunca ha sido un autor de números uno, lo más arriba que ha estado en las listas en toda su carrera es el puesto número dos con el single “Like A Rolling Stone” extraído de su emblemático elepé de 1965 Highway 61 Revisited. “Hurricane” no llegó más allá del puesto treinta y tres en las listas americanas, pero consiguió algo mucho más valioso: la puesta en libertad de la que fuera estrella emergente del boxeo Rubin “Huracán” Carter (1937-2014) fallecido ayer a los 76 años de edad. El boxeador, condenado en 1966 por un triple crimen que no cometió, vio anulada su condena y puesto en libertad en 1985.
Cuenta Sam Shepard en su libro Rolling Thunder Logbook (hay edición en castellano, Anagrama, 2006) cómo recibió con sorpresa en su casa una llamada de Bob Dylan. Quería el cantautor contratarlo para acompañar a la troupe de músicos que pretendía recorrer el este de EE.UU. en el otoño de 1975 con la intención de sacar de ello un guión para una película, que finalmente se tituló Renaldo & Clara. Una peripecia vital que Sam Shepard retrata con la objetividad de quien es absorbido por un tornado. Observa Shepard muy de cerca a todos aquellos personajes, a Allen Ginsberg, quedando sorprendido de su incombustible optimismo; la increíble amabilidad de Ramblin´ Jack Elliot, o lo sexy que podía ser Joan Baez en las distancias cortas.
Hasta que acaba siendo presentado delante de Dylan, “todo azul, desde los ojos hasta la ropa”. En la conversación que mantienen, Sam Shepard destaca del enigmático Dylan el manejo del silencio, como si quisiera captar la resonancia de las palabras. En carne y hueso, a Shepard le cuesta quitarse de la cabeza las fotografías y verle exactamente a él. Detrás de Dylan, con un teléfono pegado a la boca, Jaqcues Levy, coautor de la canción “Hurricane Carter”, discute acaloradamente con su abogado y rehacen la letra por teléfono. El single “Hurricane” va a salir en una semana y la posibilidad de que les demanden por libelo tiene a todos en ascuas, excepto a Dylan, que toma café y se echa el sombrero de gaucho hacia delante.
“Hurricane” acabó publicándose al año siguiente, dentro de uno de los discos más luminosos de Bob Dylan titulado Desire. La canción relata al estilo de los trovadores la historia del boxeador fallecido ayer Rubin “Huracán” Carter (1937-2014). Pero la luminosidad de “Hurricane” no estriba solo en la letra, sino que debe mucho a la incorporación de Scarlet Rivera, una violinista clásica que Dylan encontró literalmente en la calle y a quien logró convencer salvando las reticencias iniciales para acompañarlo en su estrafalario Rolling Thunder Revue. Retrata Sam Shepard a Scarlet como una “misteriosa dama oscura del violín, con quien nunca crucé más de tres palabras, no porque yo no quisiera, sino porque no sucedió nunca”. Con su maquillaje de serpiente, en el escenario llamaba la atención por su extraordinario sentido del ritmo mientras se balanceaba en vertical.
La misteriosa Scarlet Rivera daría otro brillo a la armónica y la guitarra del enigmático Bob Dylan, haciendo de “Hurricane” una canción de las que pasan a la historia por méritos propios y que, además, para Rubin “Hurricane” Carter supuso, aunque tarde, nada menos que la libertad.