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Blogs Las aventuras de una madre primeriza por Teresa Zafra

Horror en el hipermercado

Teresa Zafra el

El frío llegó a Valencia, la ciudad en la que vivo, el pasado viernes 15 de Noviembre. El sábado, todas las madres y padres de la ciudad tuvimos la misma idea: ¿quedarnos en acurrucados en el sofá para hacer una tarde de mantita y peli junto al brasero? No: salir a comprar ropa de abrigo a nuestros hijos como si no hubiera mañana.

Ahí estaba yo, como compradora compulsiva madre residente en Valencia que soy, a primera hora de la tarde en esos grandes almacenes de logotipo verde cuyo nombre no diré porque no me patrocinan, dispuesta a comprar a mi bebé unos leotardos y unos zapatitos de domingo sin los que, por supuesto, no podíamos haber sobrevivido un solo día más. El plan no era malo, la verdad. Yo, al menos, soy una profesional de las compras y no me achanto por aglomeraciones, rebajas o previsión de avalancha.

Sin embargo, la cosa acabó fatal. No fue culpa de las compras, que las hice, sino a que, como bien dice el título de este blog, por mucho que a veces me las dé de experta, soy madre primeriza y, debido a mi naturaleza, caí en la novatada. Os cuento mi metedura de pata para que no os pase a vosotros: atreverse a pisar un centro comercial o a unos grandes almacenes con un carrito de bebé un día de alta afluencia es una malísima idea.

Con un bebé, el uso del ascensor se hace imprescindible, especialmente si vas sola como hice yo. Por tanto, te ves condicionada de forma irremediable por la velocidad y frecuencia del ascensor que, como imaginaréis, es inversamente proporcional al número de personas que están comprando ese día. Para que me entendáis: cuanta más gente, más ascensores llenos pasan sin que puedas entrar.

En mi terrorífica tarde llegué a contar seis ascensores seguidos que subían del parking llenos y que al abrir sus puertas en la planta baja, desde la que yo quería subir a la planta infantil, dejaban al descubierto las caras de agobio de los que subían enlatados dentro y confirmaban que, una vez más, no cabía dentro ni un yorkshire recién nacido.

Por culpa de esta molesta circunstancia Martín y yo invertimos el doble del tiempo deseado en hacer nuestras gestiones. Podría escribir otro post sobre aquellos que usan el ascensor sin tener motivo alguno para no poder usar las escaleras mecánicas, o sobre por qué, por mucha gente que vaya a comprar una tarde prenavideña a unos grandes almacenes, nunca se vió a ningún empleado restringiendo el acceso con un cartel de “aforo completo”. Como diría mi querido Manolito Gafotas “científicos de todos el mundo han intentado encontrar una explicación a estos fenómenos y no la han encontrado”. Es imposible saber por qué motivo personas que podrían usar tranquilamente las escaleras mecánicas se introducen voluntariamente en un ascensor atestado de olor ambiente cuestionable ni tampoco cuál es el aforo máximo de un Corte Inglés (siguen sin patrocinarme pero decir otra vez lo del logotipo verde me parece mucho esfuerzo). Lo único que puedo aseguraros es que los días de mucho público, ir con un carrito de bebé a un centro comercial puede acabar con la paciencia del más templado. Para los regalos navideños, elijo comprar por internet.

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Teresa Zafra el

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