Teresa Zafra el 15 abr, 2014 MartÃn, a sus 15 meses, sabe comer solo. Es capaz usar el tenedor y la cuchara y, cuando pierde la paciencia o tiene mucha hambre, también una o dos manos, al más puro estilo hindú,  para comer a su ritmo. Este logro, como no podÃa ser de otra forma, me hace sentir muy orgullosa. Sin embargo, tengo que confesaros que yo no le he enseñado, y es que, a pesar de un par de tÃmidos intentos en casa, la realidad es que MartÃn ha adquirido esa habilidad en la guarderÃa. Nuestro hijo come y merienda “en el cole” de lunes a viernes y es allà donde le han enseñado a tener cierta autonomÃa en temas relacionados con la alimentación. Me atrevo a contaros con pena que me habrÃa gustado enseñarle yo todas esas cosas. Está claro que hemos contribuido, porque el trabajo es continuo en la guarderÃa y en casa, pero, no nos engañemos, al final aprende de su profesora porque está con ella más horas que con su padre y conmigo. Una de las cosas que más trabajo me costó asumir cuando nuestro bebé de ocho meses empezó a ir la guarderÃa fue justo esta: el saber que no iba a poder enseñarle todo ni iba a poder vivir todos sus momentos importantes. Seguramente su primer paso lo dió en la guarderÃa, pero no me lo dijeron para que no me sintiera culpable, y la primera vez que bebió agua solo, estoy convencida de que también fue allÃ, junto a su profesora y sus pequeños compañeros. Como en muchos otros aspectos de la vida, al final del todo resulta que en la maternidad también hay que delegar: mi (corta) experiencia me ha enseñado que, a pesar de ser de lejos, junto a mi marido, la persona más importante de la vida de mi hijo, necesito desentenderme de ciertas tareas y dejar que otros las hagan por mÃ. Evidentemente, yo necesito que otros enseñen a comer a mi hijo porque trabajo fuera de casa, pero, aunque pasase todo mi tiempo con MartÃn, poco a poco tendrÃa que aprender igualmente a delegar. Lo hacemos desde que nacen: los médicos examinan a nuestros bebés, y ya es algo que no podemos hacer nosotros, porque no tenemos conocimientos. Después, tenemos que aprender a delegar en el otro progenitor, compartir las tareas que competen a nuestro hijo simplemente para que su padre disfrute también de él. ¿Os suena aquello de pelearse por dar el biberón o bañar a vuestro bebé en sus primeras semanas de vida? No queremos perdernos nada y nos cuesta, mucho, delegar. Delegar, sin embargo, es bueno. Lo habréis aprendido en vuestra vida profesional, sin duda, y seguramente en vuestra vida de pareja. Nadie puede llegar a todo, nadie es bueno en todo y tanto organizarse como repartir tareas, descarga tensiones y proporciona paz. Volviendo a lo de aprender a comer, que MartÃn haya aprendido a comer solo en la guarderÃa mejora mi relación con él. Para mÃ, que soy absolutamente primeriza y que, por desgracia, tengo sobredimensionadas mis obligaciones y competencias, me supone una liberación no tener que enseñar a mi hijo a comer. Podrá sonar desnaturalizado para algunos, pero es asÃ. Superada esa pena del primer momento, confieso que dejar que otros me ayuden con la educación de mi hijo, me ayuda a  dormir más tranquila. Si como a mi yo de hace unos meses, os cuesta dejaros ayudar y liberaros de ciertas tareas relacionadas con la maternidad, os invito a probarlo. Como siempre escuchamos, la calidad debe primar sobre la cantidad: no se trata de cuántas cosas enseñemos a nuestro hijo, sino de que invirtamos nuestro tiempo junto a él de forma sensata. maternidad Comentarios Teresa Zafra el 15 abr, 2014