Se cumplen hoy trescientos años desde que el 13 de julio de 1713 España firmó el Tratado de Utrecht por el que España cedió Gibraltar al Reino Unido.
El Gobierno español ha querido deliberadamente mantener un perfil bajo en la conmemoración y no ha hecho ningún tipo de declaración. Mientras, Fabian Picardo, el ministro principal de Gibraltar, que tacha de medievales las pretensiones españolas de recuperar la soberanía del Peñón, no tiene, sin embargo inconveniente en festejar la existencia del Tratado exhibiendo dos ejemplares del mismo en un museo, difundiendo entre los gibraltareños reproducciones de su primera página, y vistiendo de época a los niños.
Han sido trescientos años en los que los británicos han violado el Tratado en varias ocasiones, una de ellas apropiándose del terreno del istmo, nunca cedido por España, y ocupado en el siglo XIX, aprovechando que nuestro país permitió su uso al Reino Unido por razones humanitarias. Un interesante artículo del profesor Martín Ortega Carcelén en El País pone negro sobre blanco, al analizar el Tratado, las maniobras británicas en contra de los intereses españoles.
En los últimos tiempos, la gran obsesión del Reino Unido es consagrar que las aguas que rodean el Peñón son de soberanía británica, algo que España no acepta, porque en Utrecht sólo se cedieron las aguas del puerto de Gibraltar. Por eso, el Gobierno de David Cameron, alentado por los “llanitos”, no pierde ocasión para denunciar supuestas violaciones de esas aguas por parte de embarcaciones españolas. La última queja anunciada desde la radio gibraltareña obedece al paso hace unos días de la patrullera de altura de la Armada Española “Tarifa” por agua al sur del Punta Europa, en su camino hacia Cartagena.
Además, Londres se niega a atender las demandas de Madrid de reanudar las conversaciones sobre la soberanía de Gibraltar, tal y como se establece en las resoluciones de Naciones Unidas y en la Declaración de Bruselas de 1984, argumentando que los gibraltareños no lo aceptan.
Ni que decir tiene que las autoridades gibraltareñas se muestran muy satisfechas de esta actitud del Ejecutivo británico, que les respalda en su política de confrontación con España que Fabian Picardo puso en marcha desde que asumió el cargo de ministro principal hace año y medio.
Como el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, dio por muerto el proceso abierto por su antecesor en el cargo Miguel Ángel Moratinos, con el Foro Tripartito de Dialogo, que había puesto a los gibraltareños casi al mismo nivel que británicos y españoles, la situación real es que estamos prácticamente en un callejón sin salida.
La realidad es también que, aunque España, mantiene su reivindicación histórica y su pretensión de recuperar el Peñón, a los españoles les preocupan hoy, mucho más –como todo el mundo puede comprender- otras cosas que afectan más directamente a su vida. Y eso es así, incluso aunque Gibraltar siga siendo un territorio en el que se pueden fácilmente evadir impuestos que deberían ir a las arcas del Estado español. Sólo quienes viven en poblaciones cercanas a la colonia, especialmente en la Línea de la Concepción, tienen un interés especial en el futuro de Gibraltar, porque muchos de ellos tienen allí un puesto de trabajo difícil de encontrar a este lado de la Verja.
Gibraltar