El último estudio publicado por el Real Instituto Elcano y difundido la pasada semana pone de relieve algo que resulta evidente para cualquier seguidor de la política internacional: que esta no se detiene por mucho que en España estemos más preocupados ahora por las cuestiones de política nacional y que, si seguimos demasiado tiempo mirándonos el ombligo, cada vez contaremos menos en el concierto mundial.
Acabamos de tener un ejemplo claro en el reciente Consejo Europeo para tratar de las concesiones a hacer al Reino Unido con el fin de que ese país no abandone la Unión Europea. España ha ido con un Gobierno en funciones y nuestros socios comunitarios sabían que no estaría en una posición de fortaleza en el caso de tener que defender intereses nacionales en medio de la negociación.
La escena puede repetirse en el Consejo Europeo de Primavera de marzo, donde volverán a surgir temas como el de los refugiados, que no hacen más que ahondar en los problemas que tiene la Unión Europea. Si para entonces los principales partidos políticos en España no han logrado ponerse de acuerdo, Mariano Rajoy tendrá que acudir de nuevo como jefe de Gobierno en funciones, con las limitaciones que eso supone, tanto de fuerza interior como de solidez ante los demás países.
Por no hablar, como se ha hecho en alguna otra ocasión, de la paralización de nuestra política exterior, que impide fijar un calendario de visitas y viajes de alto nivel, incluidas las de los Reyes.
Las cuestiones internacionales no figuran entre las prioridades de los negociadores, pero España necesita cuanto antes un Gobierno capaz de afrontar también los retos de nuestra política exterior. Y no vale un Gobierno cualquiera, cogido con alfileres y del que formen parte elementos que no comparten los planteamientos de la mayoría de la comunidad internacional.
Los compromisos asumidos por España en el ámbito internacional, nuestras alianzas más importantes, nuestra voluntad de combatir el terrorismo yihadista no pueden ser puestas en tela de juicio desde dentro de un Gobierno de España. Pedro Sánchez debería tener esto en cuenta si lo que pretende es ir del brazo de partidos como Podemos, que tienen cuando menos unas posiciones equívocas en esos campos.
Necesitamos un Gobierno sólido con ideas claras sobre lo que debe ser España en el mundo, sin alejarnos de las coordenadas en las que nos hemos movido en los últimos cuarenta años, lo cual no significa que pueda haber distintos enfoques en las relaciones con algunos países dependiendo de quién forme ese Ejecutivo. Cualquier cosa, menos prolongar una situación de interinidad que poco a poco nos expulsa de los focos de toma de decisiones mundiales, a pesar de ser, aún, a lo largo de todo el año, miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
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