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El español vuelve a Filipinas

El español vuelve a Filipinas
Luis Ayllón el

En la escuela de secundaria Bangkal, del distrito de Makati, en Manila, los alumnos de doce o trece años se preguntan unos a otros cómo trasladarse de una estación de metro a otra o hablan sobre los monumentos de una ciudad, cuya historia está enormemente vinculada a España. Es uno de los ejercicios que su profesor de español les hace practicar para que aprendan un idioma que hace poco más de un siglo sus bisabuelos o tatarabuelos utilizaban a menudo alternándolo con el tagalo u otras lenguas locales.

Hoy, son muy pocos los filipinos que hablan español, por más que sus nombres y sus apellidos sean tan españoles como los nuestros. Se calcula que lo hacen aproximadamente un millón de los cien millones de habitantes del país. El dominio estadounidense del archipiélago de las Filipinas, desde que los últimos españoles salieron de allí en 1898, y sobre todo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, barrió casi por completo la presencia de la lengua española. Sólo unas pocas familias de las clases más acomodadas siguieron manteniéndola y únicamente algunas palabras españolas, sobre todo referidas a objetos, permanecieron en el vocabulario tagalo. En algunas regiones como Cavite, Termate o, sobre todo, Zamboanga, en la isla de Mindanao, se impuso el chabacano, un idioma criollo, con mezcla originaria del español y portugués, que aún hoy hablan un millón de personas.

Los esfuerzos de la Cooperación Española y del Instituto Cervantes, desde su centro de Manila, se centran ahora en secundar, mediante la formación de profesorado, la decisión de las autoridades educativas filipinas de introducir el español como lengua internacional, para sumarla al inglés que es la lengua más hablada.  El secretario general del Cervantes, Rafael Rodríguez-Ponga explica que son ya 72 los centros públicos de enseñanza secundaria en los que se imparten clases de español y unos 8.000 alumnos los que lo están aprendiendo. La enseñanza del español, que hasta ahora se había venido impartiendo en centros privados pasa a ser favorecida en los centros públicos.

Paralelamente, el Instituto Cervantes intensifica sus actividades y, a su centro en el barrio de Ermita, de Manila, y las unidades que tiene en el distrito de Makati y en Zamboanga y Cebú, quiere añadir otra en Intramuros, el caso histórico de la capital filipina. Unos 2.000 alumnos estudian en estos centros, y entre ellos hay personas tan variadas como profesores de español o personal de empresas que trabaja en centralitas por distintas partes del mundo.

El español intenta regresar a Filipinas, donde la herencia de nuestro país sigue presente en los nombres y apellidos de sus habitantes, en sus calles, en sus barrios o en sus iglesias.

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