La decisión del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco de no admitir a trámite la querella de los familiares de Oswaldo Payá contra dos altos mandos del Ejército cubano por su presunta participación en la muerte del disidente anticastrista resulta algo sorprendente. Oswaldo Payá, muerto junto al también disidente Harold Cepero, en un oscuro accidente del coche que conducía Ángel Carromero, tenía la nacionalidad española y su familia recurre a la Justicia de España porque cualquier demócrata sabe que la Justicia del régimen castrista es de todo menos justa.
Dice Velasco en su auto que los hechos ya fueron investigados en Cuba que se descartó que hubiera “propósito con intenciones de persecución política”. ¿Quién puede investigar un accidente como ese en Cuba, sino el propio régimen, con un sinfín de irregularidades”.
No demostró Ángel Carromero, desde luego, madera de héroe dispuesto a afrontar un encarcelamiento en las sórdidas prisiones cubanas por defender la verdad. Pudo más el miedo y los anuncios de lo que le esperaba si no se avenía a secundar la versión del régimen. Quizás no se le pueda culpar por ello, pero es evidente que la versión que ofreció ante el tribunal cubano para conseguir la salida de prisión y la vuelta a España no favorece en nada la pretensión de la familia de Oswaldo Payá. De cualquier modo, un juez que ejerce sus funciones en una democracia debe tener en cuenta cómo suceden las cosas en un país muy alejado de los estándares democráticos.
Tampoco el argumento de que el Gobierno español aceptó la sentencia resulta válido para desatender la petición de los Payá. Velasco sabe perfectamente que la aceptación estaba motivada por el deseo de sacar a Carromero de Cuba y de evitar un caso como el del estadounidense Alan Gros, que sigue esperando desde hace años para poder ser liberado. En cualquier caso, una decisión gubernamental, por mucho que obligue a España como Estado, no debería impedir la actuación judicial, cuando hay indicios –y declaraciones de Carromero hechas ahora libremente- de que pudo haberse cometido un delito. La larga lucha desarrollada por Oswaldo Payá y otros muchos demócratas cubanos por llevar las libertades a su país merecía algo más.
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