El enfado del oso yanqui
España tiene derecho, por supuesto, a desarrollar una polÃtica exterior autónoma, sin hacer seguidismo de nadie, y no tiene, además, por qué dar cuentas ni a Estados Unidos ni a ningún oro paÃs, siempre que no se incumplan los compromisos adquiridos como miembros de la Alianza Atlántica o de la Unión Europea.
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Pero lo que el Gobierno no puede pretender es que si se opta por dar patadas al oso Yogui en la espinilla, éste, por muy bueno que sea, le vaya a coger en sus brazos amorosamente. La famosa sentada ante la bandera de Estados Unidos o la abrupta retirada de las tropas españolas de Irak no iban a ser aplaudidas por la Casa Blanca, como es fácil de imaginar. Y vender aviones y barcos a Hugo Chávez o andar coqueteando con el régimen castrista, tampoco podÃa provocar gritos de entusiasmo en los norteamericanos.
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El Gobierno terminó por darse cuenta de que actitudes fruto de un progresismo barato heredado de las marchas a Torrejón no llevaban a ningún sitio y, en los últimos años no ha hecho más que mendigar a Washington un poco de atención. Primero tuvo que intervenir el Rey viajando a Texas para reunirse con Bush; después Moratinos consiguió, tras arduos esfuerzos, ser recibido por Condoleezza Rice en Washington, mientras Zapatero buscaba la más mÃnima ocasión para hablar unos segundos con Bush, suspirando por una visita a la Casa Blanca.
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Lo más que logró el Gobierno durante la Administración Bush fue que Rice viajara a Madrid, donde, por cierto, no dejó de marcar públicamente distancias respecto a la polÃtica española con Cuba.
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Zapatero vio los cielos abiertos cuando Barack Obama ganó las elecciones y hasta llegó a pedir que España fuera el primer paÃs que visitara en Europa, tal y como habÃa hecho Bush con el Gobierno de Aznar. No lo consiguió, pero es obvio que las cosas cambiaron. Se han reunido en varias ocasiones y Zapatero incluso ha ido a rezar con Obama a Washington, venciendo sus prejuicios religiosos. Todo sea por una foto con él.
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Su relación con Obama es buena, aunque, al parecer no tanto para haberle convencido de que haga una visita a España, ni siquiera para compensar el fiasco de la conjunción planetaria que Leire PajÃn esperaba durante la presidencia española de la UE.
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Pasarse lo seis años y medio que lleva en el Gobierno tratando de que las relaciones con Estados Unidos parezcan normales no es desde luego un balance que pueda considerarse excelente para la octava potencia mundial, como dirÃa Moratinos. Como mÃnimo habrá que reconocer que hubo serios errores al comenzar a gobernar.
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Estados Unidos