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El enfado del oso yanqui

Luis Ayllón el

Las filtraciones de Wikileaks que vamos conociendo en España a través de El país, ponen de relieve entre otras cosas los dolores de cabeza que el Gobierno pasa para tratar de caer bien a las Administraciones estadounidenses. En el fondo, era algo contado ya en múltiples ocasiones, pero ahora queda patente en los cables enviados al departamento de Estado por la Embajada norteamericana en Madrid.

 

España tiene derecho, por supuesto, a desarrollar una política exterior autónoma, sin hacer seguidismo de nadie, y no tiene, además, por qué dar cuentas ni a Estados Unidos ni a ningún oro país, siempre que no se incumplan los compromisos adquiridos como miembros de la Alianza Atlántica o de la Unión Europea.

 

Pero lo que el Gobierno no puede pretender es que si se opta por dar patadas al oso Yogui en la espinilla, éste, por muy bueno que sea, le vaya a coger en sus brazos amorosamente. La famosa sentada ante la bandera de Estados Unidos o la abrupta retirada de las tropas españolas de Irak no iban a ser aplaudidas por la Casa Blanca, como es fácil de imaginar. Y vender aviones y barcos a Hugo Chávez o andar coqueteando con el régimen castrista, tampoco podía provocar gritos de entusiasmo en los norteamericanos.

 

El Gobierno terminó por darse cuenta de que actitudes fruto de un progresismo barato heredado de las marchas a Torrejón no llevaban a ningún sitio y, en los últimos años no ha hecho más que mendigar a Washington un poco de atención. Primero tuvo que intervenir el Rey viajando a Texas para reunirse con Bush; después Moratinos consiguió, tras arduos esfuerzos, ser recibido por Condoleezza Rice en Washington, mientras Zapatero buscaba la más mínima ocasión para hablar unos segundos con Bush, suspirando por una visita a la Casa Blanca.

 

Lo más que logró el Gobierno durante la Administración Bush fue que Rice viajara a Madrid, donde, por cierto, no dejó de marcar públicamente distancias respecto a la política española con Cuba.

 

Zapatero vio los cielos abiertos cuando Barack Obama ganó las elecciones y hasta llegó a pedir que España fuera el primer país que visitara en Europa, tal y como había hecho Bush con el Gobierno de Aznar. No lo consiguió, pero es obvio que las cosas cambiaron. Se han reunido en varias ocasiones y Zapatero incluso ha ido a rezar con Obama a Washington, venciendo sus prejuicios religiosos. Todo sea por una foto con él.

 

Su relación con Obama es buena, aunque, al parecer no tanto para haberle convencido de que haga una visita a España, ni siquiera para compensar el fiasco de la conjunción planetaria que Leire Pajín esperaba durante la presidencia española de la UE.

 

Pasarse lo seis años y medio que lleva en el Gobierno tratando de que las relaciones con Estados Unidos parezcan normales no es desde luego un balance que pueda considerarse excelente para la octava potencia mundial, como diría Moratinos. Como mínimo habrá que reconocer que hubo serios errores al comenzar a gobernar.

 

 

Estados Unidos
Luis Ayllón el

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