Dos acontecimientos de distinta índole han surgido en los últimos días en el camino de rosas que parecía iba a ser la XXV Cumbre Iberoamericana de Cartagena de Indias, precisamente cuando se cumplen los 25 años desde el lanzamiento de un instrumento, cuyos resultados son mayores de lo que a primera vista parece.
Los obstáculos han surgido en la propia Colombia y en España. Allí, porque la que iba a ser la “Cumbre de la Paz”, en palabras de la entusiasta y activa secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, se ve ensombrecida por el rechazo de los colombianos al Acuerdo de Paz suscrito por el Gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC, precisamente en Cartagena y ante un importante número de mandatarios extranjeros.
El sonoro tropezón de Santos no es precisamente un hecho que vaya a influir positivamente en el desarrollo de las reuniones de presidentes en Cartagena, porque la atención del anfitrión, que esperaba la cita como la apoteosis regional de su iniciativa, va a estar más centrada en los trabajos para modificar el acuerdo y hacerlo más digerible a sus compatriotas.
Por lo que respecta a España, la contrariedad deriva del mantenimiento de la incertidumbre política, tras más de nueve meses con un Gobierno en funciones, y con un futuro incierto de aquí a las fechas de la Cumbre los 28 y 29 de este mes. Son esas fechas, precisamente, las últimas para poder convocar una nueva sesión de investidura de Mariano Rajoy antes de verse abocados a convocar nuevas elecciones generales para el 18 de diciembre.
Si el PSOE no logra tomar pronto una decisión sobre si sus parlamentarios se abstendrán para dejar que gobierne el líder del PP, las cosas pueden complicarse y afectar a la presencia de los mandatarios españoles en Cartagena de Indias, algo que es temido tanto en Colombia como en la Secretaría General Iberoamericana. Aunque siempre se diga que lo importante no es el número de asistentes, lo cierto es que la ausencia de España sería especialmente significativa dado el grado de compromiso de nuestro país con las Cumbres.
Teniendo en cuenta que los socialistas están aún ocupados en limpiar los restos de la batalla del Comité Federal del pasado 1 de octubre, que descabalgó a Pedro Sánchez de la Secretaría General, toda parece indicar que no habrá nueva reunión de ese Comité al menos hasta el día 15. Si entonces el PSOE tomara la decisión de abstenerse, el Rey podría convocar a consultas a los partidos a partir del día 17 y la sesión de investidura podría celebrarse para mediados de la semana siguiente. Pero, dado que son previsibles tres o cuatro días para cerrar la votación en el Congreso, tropezaría con la necesaria presencia del jefe del Ejecutivo en funciones en el Consejo Europeo de Bruselas de los días 20 y 21. No parece el escenario más previsible.
En el supuesto contemplado de la abstención, las fechas más convenientes serían, en consecuencia, las que van del sábado 22 al jueves día 27. De esa forma, la presencia española en la Cumbre no se vería afectada en absoluto. El Rey dispondría de tiempo para sancionar el nombramiento del presidente y para viajar después a Cartagena de Indias. Por su parte, Rajoy ya investido como jefe del Ejecutivo, podría igualmente acudir a la cita, aunque no hubiera tenido tiempo de formar Gobierno.
El peor de los escenarios es que el Comité Federal del PSOE se posponga hasta el día 22, porque entonces quedaría muy poco tiempo para las consultas del Rey y la convocatoria y celebración de la sesión de investidura, que se solaparía con el desarrollo de la Cumbre Iberoamericana. Eso impediría no sólo la asistencia el presidente del Gobierno en funciones, sino también de su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que, como diputado, tendría que estar presente para votar.
En cuanto a la asistencia del Rey, hay que decir que, aunque desde el punto de vista formal, su presencia en España no es absolutamente necesaria, ya que podría sancionar el nombramiento a su regreso de Cartagena o desde la Embajada española en Bogotá, no es la situación que más guste en Zarzuela, entre otras razones, porque no es la mejor imagen la que ofrece un Monarca ausente durante la sesión de investidura y porque Don Felipe desea seguir de cerca el debate.
Los responsables políticos tienen, en consecuencia, la obligación de buscar una solución que impida que se añada un capítulo más a la larga relación de hechos que están dañando a la política exterior española por el bloqueo político.
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