Tras una década intentando encontrar un inversor externo que ofrezca liquidez a la casa, sin influir en la parte creativa ni en la gestión, Versace ha encontrado un filón.
Después de años apoyados por los bancos que les han prestado fondos, obligándoles también a aceptar directivos mediocres, Versace ve la luz al final del túnel. No era fácil que una empresa familiar, propiedad de un señor de 70 años algo olvidado – Santo Versace – de una peculiar mujer con hábitos discutidos –Donatella- y de una niña sin formación – Allegra Beck, la sobrinísima- consiguiera un inversor que les dejase continuar actuando a su libre albedrío.
Pero el fondo de capital riesgo estadounidense Blackstone se ha atrevido y ha comprado una participación del 20% del capital. Tendrán derecho a un miembro en la junta directiva y esperamos que a algo más. De no ser así, la empresa no recuperará su lógica y rigor, absolutamente imprescindibles para acompañar a la creatividad hacia el éxito.
Stephen Schwarzman, presidente de Blackstone, tiene la intención de colaborar en la expansión internacional de la red de tiendas de Versace en países emergentes y de poner orden empresarial en el grupo. Suerte, no será fácil con “la famiglia”, pero materia prima, haberla haila.
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