Chasco – desencanto – desilusión – mazazo , son algunos de los sinónimos que la RAE ofrece para la palabra decepción. Es exactamente lo que sentí cuando hace años leí en la prensa los vaivenes de la trifulca legal que enfrentó a Pronovias con Rosa Clará: la antigua empleada de los Palatchi se había dedicado a copiarles los patrones e incluso a birlarle un proveedor de costura chino: se trataba de un taller donde se cosen los vestidos de Pronovias habitualmente y que tenía un acuerdo de exclusividad con la tradicional casa de vestidos de novia.
Rosa Clará deseaba incluso utilizar los mismos materiales que sus ex-jefes. El Tribunal de la Audiencia Provincial de Barcelona falló a favor de Pronovias, culpando a Rosa Clará de “infracción de deberes contractuales básicos”. Hasta ahí, nada que salga de un comportamiento de competencia desleal. Pero lo importante no es eso.
Lo triste del caso es que, en ambos casos, se trata de empresas de liderazgo mundial que se presentan como hacedoras de un producto europeo de calidad, casi de “lujo”. En cambio, toda esa imagen y esos precios, de más de 2500 euros por vestido de novia de serie y hasta 12.000 euros los más sofisticados, no reflejan que se incurra en un alto coste de producción, ya que tanto las materias primas como el trabajo del producto proviene de talleres asiáticos.
También se han seguido los casos de Inditex y Mango en Marruecos. La empresa gallega fabrica allí gran parte de sus prendas utilizando los servicios de talleres locales con sueldos de 178 euros al mes por semanas de 65 horas de trabajo. Al menos, los precios finales reflejan costes más bajos que los que tendrían en la península ibérica.
La campaña “Ropa Limpia” de la ONG Setem, descubrió hace un par de años que algunas irregularidades escapan a los controles, las auditorias se falsean, las promesas se incumplen y la precariedad de las condiciones de trabajo en sus cadenas de suministro se suma a unos niveles salariales que no llegan al sueldo mínimo en Marruecos, entre otros lugares.
Es así como España se ha convertido en el cliente más importante de las exportaciones marroquíes de ropa y China en un potente proveedor de las marcas españolas, que incumplen sus propias normas laborales sobre la protección del personal de los proveedores.
Teniendo todo esto en cuenta y el hecho de que España padece una tasa de paro casi “insuperable”, es todo un insulto que se cobre por vestidos de novia hechos en talleres mecanizados chinos, más de lo que se cobra por vestidos realizados a medida por modistas y costureros españoles. O estas grandes casas comienzan a utilizar talleres locales en España, o deberían bajar los precios de modo drástico. No esperemos luego que la Reina Letizia tenga que elegir marcas españolas reputadas que lo único que tienen de nacionales es el nombre.
Más detalles en el post “Ropa Kilómetro Cero” de mi blog.
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