El revival del mundo medieval que tuvo lugar a finales del siglo XIX, devolvió a la actualidad una suerte de bolsito de red metálica con cierre de boquilla que se había puesto de moda un siglo antes. España y sus gremio de herreros y plateros habían consolidado una serie de productos prácticos, estéticos y novedosos que ahora vuelven a la actualidad.
Las estructuras metálicas articuladas, la malla y la orfebrería de plata fueron importantes durante el Medievo: casacas de guerreros, cascos y recipientes dieron paso a accesorios más sofisticados para las damas nobles. El importante gremio de orfebrería cordobés unió las joyas de inspiración medieval al trabajo árabe de la plata (el repujado) y al trabajo judío de las piedras (el engastado).
En la Europa de finales de siglo XIX, los miriñaque desaparecieron en favor del polisón, un armazón interior que daba volumen únicamente a la parte trasera de la falda. De este modo, se tuvo que prescindir de los bolsillos que se escondían bajo las enormes faldas para guardar las pertenencias. La alternativa que surgió fue la de llevar pequeñas bolsitas de mano, limosneras con boquilla hechas en punto, en tela o malla metálica, como la que se muestra en la foto principal, de las subastas de Fernando Durán.
Este tipo de bolsito de malla se popularizó desde el siglo XIX a los años 50 del siglo XX, añadiéndosele en ocasiones esmaltes, piedras o dibujos cincelados. Solo los rescató para la moda un español emigrado a Francia, Paco Rabanne, que volvió a crear vestidos de malla, de placas metálicas entrelazadas y bolsos plateados en aluminio y acero.
Ahora que las más “manitas” fabrican sus bolsitos y neceseres con tapas de latas de Coca-Cola, el estilismo tipo Barbarella de Paco Rabanne, que con tanto estilo retomaron otras marcas y con tanta modernidad ha reinterpretado Alexander Wang hace un par de años, se replica en las colecciones de otoño-invierno de 2020-2021 incluso en Zara, Sfera o Mango.
