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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Promesa de Esperanza

El rato íntimo de contacto con la imagen es a la vez besamanos o besapiés y procesión, aunque no sea ninguna de las dos cosas

Besamanos de María Santísima de la Esperanza del Valle
Luis Mirandael

Un cirio encendido encima de un candelero de plata es más que una luz en una capilla íntima y oscura. Es una promesa. Una bambalina puesta como dosel en el que fijarse después de haberse deslumbrado con la belleza de la Virgen es señal de realeza en cada hilo de oro, pero es también la añoranza del momento en que por fin los varales en que se sostiene no sean dos, sino doce, y se muevan con el compás de la brisa quieta de cualquier primavera. Una imagen se baja al suelo para encontrarse con los mismos fieles que la quieren encima de un paso y entre nazarenos, o para los que no salen a la calle y la encuentran en su iglesia.

Las cofradías se vacían si piensan sólo en pasos y procesiones, pero nacieron sobre todo para eso. Nadie tiene que sentirse culpable si echa de menos aquello que tampoco habrá la próxima primavera. Sucede muchas veces que la procesión pasa como un bocado insípido y en el besamanos, cuando merece este nombre, el alma se eriza al vivir una presencia tan incandescente que hay que retirarse de inmediato. Ahora pasa que se echa de menos lo que tardará un rato en tenerse, así que el rato íntimo de contacto con la imagen que se baja al lugar del que reza es a la vez besamanos o besapiés y procesión, aunque no sea ninguna de las dos cosas.

Lo piensa el espíritu que sabe que aunque haya alguien alrededor, en realidad está solo con la Virgen, como pasó o como seguirá pasando en muchas noches de Semana Santa. Nunca se está más acompañado que en esos ratos de soledad en la bulla. Mira las jarras llenas de flores y piensa que le gustaría ver la hilera en perspectiva cuando parezca que el palio se le venga encima. Huele la cera y se transporte a aquel raro momento en que el olor le ayudó a parar el reloj en la noche de alguna calle estrecha.

Ahora no tiene que moverse del lugar porque tampoco hay paso que tenga que seguir el camino, pero todo lo que rodea a la Virgen existe sobre todo para salir a la calle. Si se queda en eso, las cofradías son un teatro vacío. Si se pierde para siempre, no será más que la quimera de un pasado cada vez más ensoñado y mentiroso. El encuentro con las imágenes es entonces oración quieta y bálsamo para los días, pero también en este tiempo la Esperanza de que algún día se cumplirá una promesa.

Liturgia de los días

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