Hay algo peor que no ir a misa ni abrir nunca una Biblia: decirle a todo el mundo lo importante que es y nunca hacerlo, o hacerlo con la desgana rutinaria de un trámite. Lo que podría ser pereza o dispersión, dudas humanas o bloqueo emocional, pasa a ser hipocresía pura, tomar en vano el nombre de cosas importantes. Lo pensé cuando el otro día me contaban unos amigos que había hermandades que se equivocaban al volcar el Evangelio y ponían el del día anterior, o el de otro domingo. Como los estudiantes tramposos, alguno más copiaba del alumno que fallaba y reproducía el mismo fallo. Hay que ser piadoso y pensar que el community manager, cuando fuese a misa, se daría cuenta del fallo en su hermandad y lo corregiría.
El error no es bueno, pero incluso en aquellas, casi todas, que aciertan con el domingo correspondiente del año litúrgico, queda a veces la sensación de que no es más que un contenido de relleno que se vuelca sin pensar. El atajo de Ctrl+C y Ctrl+V es mucho más ligero y automático que quitarle el polvo a la Biblia y buscar entre los capítulos y versículos. Por eso aparecen cada dos por tres versiones en español de América – «Yo estoy con ustedes todos los días» – o fragmentos de una traducción de esas que no llevan notas a pie de página, que ya es puntería. Es como la tarea de los sufridos secretarios: los mismos que enslanzan (o despellejan) los altares de cultos y las candelerías piensan que las actas son secundarias hasta que hay un error.
Las pildoritas espirituales de las cofradías pueden ser una buena idea si se pone un poco de interés, y antes que señalar a quien lo hace con desgana habría que poner a la hermandad de la Estrella como ejemplo de que se pueden disponer contenidos originales y variados, como cuando se ofrece el ángelus cada día por una intención concreta.
Volcar textos sin mirar recuerda un poco a esos programas electorales en que la formación y la caridad siempre son lo más importante y ocupan la cabeza de los textos y de las páginas web, aunque quienes escriben y quienes votan saben que en la primera sesión después de la toma de posesión nadie se acordará en mitad del fragor de las cornetas y los nombramientos. Las cofradías son en esencia culto en la calle, es verdad, pero con una fe que las sustenta y vertebra, y cuando falta no son más que una cuadrilla debajo de un paso. Habrá que preocuparse algún día de verdad por eso tan importante ahora que el día en que suene otra vez un martillo ni está en el horizonte.