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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Clamores que muerden

Luis Mirandael

Cada vez que me harto de escuchar por la televisión a gente gritona que se hace famosa por epatar a todo el mundo con excentricidades quiméricas y utopías pueriles, me acuerdo de aquella frase de José Luis Martín Descalzo, sembrador de razones al que tanto echamos en falta en el periodismo y en la Iglesia de estos años: «Es noticia que un hombre muerda a un perro, pero no los millones de hombres y mujeres que todos los días los sacan amorosamente a pasear».

El excelente sacerdote y escritor, por cuyos artículos no han pasado los años, y animo a mis lectores a comprobarlo, le daba así la vuelta al viejo aforismo del periodismo para sacar a relucir la paradoja de que lo normal y lo recto es aquello que nunca sale en los papeles. Martín Descalzo apenas se asomó al esperpento televisivo, porque murió en 1991, pero si hubiera conocido los debates de los fines de semana y el incendio cotidiano de Twitter se habría dado cuenta de aquellas quejas suyas eran una profecía. Cualquiera que se asome en ciertos momentos a estos lugares encontrará que el mundo se acaba o que el pueblo soberano clama por poner las cosas patas arriba, se enfrentará a conflictos tremendos que en realidad no existen más allá de unas simples teclas.

Son los efectos secundarios de que hoy cualquiera pueda tener un esmarfon o un ordenador conectado a internet: que con un poco de tiempo libre, algo de estrategia y bastante insistencia se pueden organizar resistencias civiles que no pasan en verdad de dos o tres cabezas. Hace unos años al escuchar ciertas emisoras parecía que en España había riesgo de intervención militar; hoy, con sólo buscar en ciertos sitios, se pensará que medio país se muere de hambre, que los niños no pueden ir al colegio y que el pueblo (siempre el pueblo) clama por una nueva forma de Estado y no le escuchan.

La realidad no es tan virtual. Por cada pandilla de exaltados que quieren asaltar el Congreso hay cien, mil, que no se han movido de su sitio, que no han podido dejar de trabajar y que seguramente tampoco pensarán que esa sea la forma. En muchos casos en una simple cuestión de tiempo libre, sin más, y aunque dicho de cierta forma parezca un canto a la desmovilización, en realidad no es más que una delegación práctica: usted se ocupa de ciertos asuntos, o lo intenta, y yo sigo a lo mío, que ya es bastante, y dentro de cuatro años volveremos a echar cuentas. Y no se olvide de que estoy mirándole, por si acaso.

Se puede envenenar, desde luego, para lograr el extraño aforismo de que las cosas van mal porque todo el mundo dice que las cosas van mal, pero luego llega la gente, vota conforme a derecho y en conciencia, y su voto se cuenta igual que los demás, sin importar retuits, comentarios ni visitas cibernéticas. Acaba de pasar en Córdoba, en la hermandad de la Paz, que ha desarrollado una campaña electoral intensa y no siempre limpia, donde a alguien parecía importarle más derribar al adversario que proponer algo.

Los hermanos han hablado muy claro, y después de varios meses de apocalipsis diversos, el clamor se ha quedado en un 20% de los votos, a más de 200 de la candidatura ganadora, la de Enrique Aguilar, que ha hecho menos ruido en Internet pero sí ha sido capaz de convencer a los hermanos de que el camino que había liderado Manuel Quirós hasta ahora era bueno y valía la pena seguir por él. Después de todo, y por ahí van los tiros del vídeo que acompaña a este artículo, quizá el mundo sea de los muchísimos dueños de perros que se desviven por cuidarlos antes que de los pocos que les muerden.



Liturgia de los días Luis Mirandael

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