Es ya tarde. Recogen su tristeza
los últimos espejos.
Entre dos luces nace tu belleza
quebrada de reflejos.
Llevan las asas de tu pena henchida
de brillos maternales
a la penumbra larga de la vida
dos ángeles iguales.
Tu cristalina soledad se fragua
en ópalos sagrados.
Llloran bajo la sombra azul del agua
parques enamorados.
Juan Sierra, “La Dolorosa del Valle”
Vienen estos idus de abril con dos buenas noticias pictóricas para que las cofradías vuelvan a ser la punta de lanza de la creatividad y la innovación, una agitación artística donde lo más rabiosamente nuevo se ponga al servicio de aquello que por ser clásico jamás pasará de moda.Las dos llaman a la sorpresa, interpelan la percepción atrofiada por los mismos esquemas, piden que se busque allí donde los colores y las formas van mucho más allá de una simple representación. Algo así como la obra de Julia Hidalgo para Canal Sur de la que hablamos al comienzo de la pasada Cuaresma.
La primera es el cartel del Mayo festivo de Córdoba que ha realizado Miguel Gómez Losada. Sí, no hay cordobesas de grandes ojos negros vestidos de gitana, ni caballos, ni trajes de lunares, ni albero, ni macetas con gitanillas. En su heterodoxia casi ni se puede adivinar nada que evoque al quinto mes del año, salvo el camino de farolillos. Sin embargo, la poesía de sus colores, el símbolo del galgo Pacheco y hasta el colegio la Aduana me enseñan que hay un camino por recorrer que va mucho más allá de las evidencias, empezando por el inequívoco tono del albero.
El otro me llega de Sevilla, del cartel de Glorias que ha pintado Daniel Franca. Figurativo y sugerente, pero como visto a través del agua. Se empezó a saber de este joven artista cuando estaba en Córdoba, en la Fundación Antonio Gala, y desde entonces la sorpresa y la emoción de sus carteles para las cofradías han sido constantes. ¿No está la Virgen de la Antigua, como dice? A lo mejor para algunos este “estar” es una fotografía verista pasada por los pinceles, plasmada por móviles y elogiada en foros con abreviaturas extrañas. Menos Rodríguez Buzón y más Juan Sierra, diría a quien fuera capaz de leer las letras que se le pongan delante de los ojos.
Ojalá igual que pasa con la música, ya desprendida tantas veces de ataduras y servidumbres, algún día se pueda hablar de que la Semana Santa, con sus carteles y con otras obras, se separa del emotivismo y vuelve a abrir caminos nuevos, que siempre llegan con sorpresa y nunca con la complacencia a la primera vista.