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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

1.600 Cristos de la Piedad

La hermandad de la Piedad distingue entre Cristos de madera y de carne

1.600 Cristos de la Piedad
La Virgen de la Esperanza al pie del Cristo de la Piedad, un Miércoles Santo. FOTO: RAFAEL CARMONA
Luis Miranda el

Quizá por la costumbre de pensar en el cristianismo como en una sucesión de iconos y en la vida de Jesús como en una carrera oficial un poco ampliada, los cofrades y amantes de la Semana Santa pueden liarse y terminar pensando que su Dios es de madera. Sirve para rezar, desde luego, y a veces con una hondura que puede durar toda la vida, pero la oración y eso tan socorrido y resbaladizo que llaman devoción debe conducir a algo, sobre todo si antes o después se han leído las escrituras.
Desde fuera parece que la hermandad de la Piedad busca fondos para su nuevo Cristo, que sustituirá en su paso y en la carrera oficial de Córdoba al que aglutinó a sus cofrades hace casi medio siglo. Pero no es exacto: la gente de la corporación de Las Palmeras sí que ha encontrado dinero para sus Cristos. En total son 1.600 Cristos a los que se ayuda todos los meses según un mandato evangélico bastante sencillo: «Tuve hambre y me disteis de comer».
Las cofradías nacen para el culto público y la evangelización, pero cuando la caridad urge no hay cristiano que tenga que hacerse el sordo. Su futuro Cristo de la Piedad sigue esperando en el taller de Antonio Bernal el momento en que pueda salir para bendecirse y esperar un Miércoles Santo por las calles, pero allí no pasará las necesidades que esos que ahora preocupan a los cofrades.
Después de todo las imágenes son una convención que se ha asumido con naturalidad. Aunque a veces se corra el riesgo de caer en la idolatría, de vez en cuando viene bien caerse al charco de la realidad y recordar que antes que representaciones que emocionaran fueron trozos de madera que tomaron forma, adquirieron belleza y gestos y se policromaron para que se les rezara. Desde la más modesta hasta la que tenga devoción universal no tienen un pasado tan distinto, ni merecen mejores oraciones, que aquella imagen de ojos grandes mirando al cielo que tuvo un reportaje del gran Fernand antes de arraigar en el barrio de Las Palmeras para llamarse con las bellísimas atribuciones de la Salve: Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra.
Ahora que esta hermandad que distingue entre Cristos de madera y de carne sigue soñando el momento de tener al nuevo Señor de la Piedad, ¿no estaría bien que tantos cofrades de la pestaña y el detalle echasen una mano para ayudar al menos al que tendrán que ver en las calles, ya que los de allí están ocupados con los que los necesitan más?

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