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Cómo engañar a un casino (por Phil Ivey)

Cómo engañar a un casino (por Phil Ivey)
Phil Ivey
Federico Marín Bellón el

Mientras el español Raúl Mestre, uno de los grandes del póker español, quedaba décimo en el EPT de San Remo, el estadounidense Phil Ivey, ganador de nueve brazaletes en las WSOP y para algunos el mejor del mundo, no deja de tener problemas, ya que un nuevo casino lo ha demandado por tramposo. Conocida es su disputa con el Crockford de Londres, que le retiene desde hace meses un premio multimillonario. Ahora el Borgata de Atlantic City asegura que Ivey ganó en 2012 otros 9,6 millones de dólares al punto y banca (o baccarat) de forma ilegal.

El procedimiento que han denunciado ambos establecimientos es casi idéntico. Lo que parecía una pillería, no demasiado distinta del sistema que inventaron los Pelayo, podría convertirse en una estafa en toda regla. En el caso contra Crockford, Ivey ya ha admitido que era capaz de «leer las cartas», al menos con la ayuda de su enigmática acompañante, la jugadora Cheng Yin Sun. Ambos se aprovechaban de una imperfección en el corte de las cartas, gracias a la cual el dibujo del reverso de los naipes no mantiene una simetría perfecta, por un error en el corte.

A medida que se conocen nuevos detalles, sin embargo, parece que el comportamiento de Phil Ivey iba algo más allá de descubrir un punto débil. La demanda del Borgata, que puede leerse en este enlace, da una idea de por dónde van los tiros, ya que en ella también se acusa al fabricante de las cartas, Gemaco Inc. de Blue Springs (Missouri), como informaba hace unos días el «New Jersey Law Journal». Así, las extravagantes exigencias de Ivey para jugar en estos casinos, que él justificó como simples supersticiones, eran según los demandantes artimañas para llevar a cabo su presunto engaño.

Aunque el jugador no llegara a hacerlo de forma personal, las dos empresas consideran que es como si hubiera marcado las cartas. De hecho, Ivey y su acompañante eran capaces de distinguir los naipes con valor 6, 7, 8 y 9. Este conocimiento les otorgaba una ventaja sobre el casino del 6,765%, en lugar el 1,06% que la banca suele tener sobre el jugador en el punto y banca, que por otro lado ya es bastante baja comparada con otros juegos.

Phil Ivey, ganador de nueve brazaletes de las Series Mundiales

Antes de ir al Borgata, Phil Ivey se puso en contacto con sus responsables para anunciar sus «caprichos» de estrella. A cambio de depositar un millón de dólares, acordó que podría apostar hasta 50.000 dólares por mano, mucho más de lo habitual, y jugar en una sala privada con un crupier que hablara chino mandarín. Asimismo, se utilizaría un barajador de cartas automático y ocho barajas fabricadas por Gemaco, de un determinado modelo y de color púrpura. Por último, podría ir acompañado por la citada señorita Sun. Lo del barajador se explica porque el truco de Ivey se basaba en que todas las cartas mantuvieran la misma dirección, mientras que un humano podría girar algunas por accidente y no serían igual de «legibles». Durante las partidas, además, Sun y Ivey solían pedir que el crupier girara algunas cartas y, si las reconocían como «buenas», le pedían que las mantuviera giradas. Si las cartas hubieran sido perfectas, esto no habría supuesto ninguna ventaja.

Según el texto de la denuncia, los verdaderos motivos de Ivey eran crear una situación en la que subrepticiamente podía aprovechar un defecto de las cartas que solo él conocía, con idea de conseguir una «ventaja injusta» sobre el Borgata. En ningún momento el casino tuvo conocimiento del citado defecto de los naipes o el verdadero motivo de Ivey para negociar unas condiciones especiales».

Gracias a estos requisitos, Ivey ganó 2,4 millones de dólares en la primera sesión, de 16 horas seguidas, el 11 de abril de 2012. El 3 de mayo de ese año, Ivey se llevó 1,6 millones más, esta vez después de 56 horas. Y el 26 de julio, logró 4,8 millones más en «solo 17 horas». Después de cada sesión, Ivey solicitaba al casino que depositara sus ganancias en una cuenta de México, donde reside. Cuando regresó para jugar de nuevo el 7 de octubre, en el Borgata ya estaban al tanto de las acusaciones del casino londinense y no permitieron seguir llevándose su dinero a manos llenas.

A Phil Ivey le va a costar ahora desprenderse de su nueva imagen y no es fácil que ningún casino vuelva a darle tantas facilidades como Crockford y Borgata. Pase lo que pase en ambos procesos legales, su futuro como jugador profesional está en entredicho, incluso si queda establecido que solo se le puede acusar de picardía y que no hubo acuerdo previo de ningún tipo con el fabricante de cartas o con alguno de sus empleados.

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