Jóvenes, atractivas y, como es natural, muy inteligentes. Su imagen romperá prejuicios. Así son la ucraniana Mariya Muzychuk, nueva campeona del mundo de ajedrez, a los 22 años, y la rusa Natalia Pogonina, de 30, autora del libro (pendiente de publicación) «El kamasutra del ajedrez». La ex campeona juvenil de Europa no pudo hacer valer su mayor experiencia ni el hecho de jugar la final en casa. Mariya, que llegó a la última fase de la competición junto a su hermana mayor Anna, en teoría con más posibilidades, demostró que los 70 puntos Elo que le saca a su adversaria están justificados. El resultado final, 2,5 a 1,5 puntos, después de tres tablas y una victoria de la campeona.
Hasta la fecha, la ucraniana solo tenía el título de maestro (sin el gran delante), pero ha logrado el título de campeona con cierta suficiencia en la final. Ganó su primera partida con blancas, después de anular a Pogonina en el primer duelo, y resolvió las dos últimas con un estilo muy similar, sin miedo a quedarse con pieza de menos a cambio de varios peones con mucha vida. Su manera de confiar en la fuerza de la infantería en los finales de partida ha sido su sello en la final. Luego, supo conducir a sus soldados hacia la liquidación total, asegurándose dos tablas que le han dado el título. Todo ello, con su hermana Anna como atenta observadora, por supuesto más nerviosa que la protagonista.
Mariya Muzychuk ha ganado un mundial devaluado, eso tampoco se puede negar. Ante la ausencia de la número uno, la china Hou Yifan (habrá que ver si hace uso del derecho a retar a la campeona), y tras la eliminación de la india Humpy Koneru, número tres, a varias jugadoras se les abrieron impensables posibilidades de entrar en la historia. La final, de hecho, la han disputado la número 12 y la 39 del mundo. Es una lástima que no aprovechara la ocasión la jugadora Pia Cramling, sueca (y medio española, casada con nuestro pentacampeón Juan Manuel Bellón), que estuvo a punto de derrotar a Pogonina en semifinales, en un pequeño milagro cronológico. La gran maestro, dos veces campeona de Europa, tiene ya 51 años y sigue entre las mejores del mundo.
Pogonina, en todo caso, fue una digna finalista. Demostró tener un buen arsenal de recursos y puso en más de un aprieto a la nueva campeona, cuyo sistema nervioso fue llevado al límite en cada partida. En la cuarta y última, cargada de tensión y con el tic tac casi audible, algo imposible en los nuevos relojes digitales, ambas ajedrecistas llegaron al primer control de tiempo, en la jugada 40, con menos de un minuto por cabeza, como los saltadores de longitud que apuran la batida. En esas situaciones, el corazón se desboca y las manos tiemblan, pero Muzychuk mantuvo la cabeza fría en los instantes decisivos.
Otro de los factores que han deslucido la final fue la sede elegida, la ciudad rusa de Sochi, sede casi permanente de los últimos grandes acontecimientos sobre el tablero. Es una lástima que en un país con tanta tradición el duelo se celebrara ante una platea semidesierta de público, mientras eran cientos de miles de aficionados de todo el mundo los que seguían las partidas por internet. La FIDE no puede conformarse con esto.
Así fue la cuarta y última partida