Magnus Carlsen se niega a jugar el Mundial de 2020 si se celebra en su país. Es un caso difícil de juzgar, porque el conflicto tiene muchas aristas, pero el campeón del mundo ha enfadado a mucha gente, sobre todo a sus compatriotas. Su movimiento más arriesgado ha sido crear un club de ajedrez y ofrecer plazas gratis a los primeros mil inscritos (él paga las tasas), que agotaron el cupo en unas pocas horas. Él asegura que quiere promocionar el ajedrez y ayudar a jugadores sin recursos, pero los críticos le acusan de buscar (o «comprar», por unos 50.000 euros) los votos necesarios para ganar una votación crítica, en el congreso de la Federación, que tendrá lugar el 7 de julio. Quien mejor lo ha contado es el periodista Tarjei J. Svensen en Chess.com.
En opinión de los responsables de varios clubes noruegos, la jugada de Carlsen es «antidemocrática» y pervertiría una votación crítica para el ajedrez del país. Un comentarista de televisión la calificó como «cínica declaración de guerra». Puede que sea su principal error, aunque sus fines sean conseguir que los ajedrecistas jóvenes reciban la ayuda que él no disfrutó en su momento.
La polémica empezó en junio, cuando el consejo de la Federación Noruega de Ajedrez anunció un posible acuerdo con el grupo Kindred, un gigante del juego que tiene sede en Malta y posee marcas como Unibet y Maria Casino. En España estamos acostumbrados a que la casas de este tipo patrocinen a los clubes de fútbol y estén presentes en la publicidad a todas horas, pero en Noruega la legislación es más estricta. No es que el juego esté prohibido, sino que tiene el monopolio Norsk Tipping, compañía gubernamental cuya gestión depende del Ministerio de Cultura. La ventaja de esta extravagancia es que sirve para controlar un poco horarios y modos de juego y para que los beneficios se destinen a buenos fines.
Kindred Group ofrece un dineral (algo más de cinco millones de euros) a cambio de un acuerdo de cinco años con la Federación. El anzuelo es muy goloso y bien utilizado ofrecería grandes beneficios para el ajedrez en ese país, donde es casi el deporte nacional desde que Carlsen es campeón del mundo. Los grandes torneos se emiten en directo por la televisión pública, en ocasiones con grandes audiencias. En un principio, la Federación aceptó el trato, pero el regulador noruego de juegos de azar, Lottstift, advirtió con sabiduría maternal: «valorad las consecuencias».
La primera reacción contra el acuerdo vino de las fuerzas vivas de Stavanger, donde se disputa el mejor torneo del mundo en la actualidad, el Altibox Norway Chess, que ahora luchan por albergar el Mundial. Si la Federación acepta el dinero del juego, ellos retirarán su apoyo, de cerca de medio millón de euros. Por si la pelea no fuera suficientemente complicada, Carlsen anunció en su página de Facebook que no apoya la candidatura de Stavanger, aunque de un modo algo críptico y sin explicar en profundidad sus razones: «El Mundial se puede organizar muy bien sin mí», escribió.
«Una traición»
«Respeto la decisión de Stavanger y no puedo decir nada malo de los organizadores, pero creo que la decisión federativa de ignorar mis señales fue muy extraña. Obviamente, sé que yo no decido la organización del Mundial y entiendo que hay muchas opiniones y sentimientos sobre esto, pero tengo derecho a decidir si jugaré o no», añadió el campeón. Magnus recuerda que ha participado en Olimpiadas y en Europeos por equipos gratis o por sumas simbólicas, e insiste en que él no sería el beneficiario del patrocinio. Incluso lamenta haber sido embajador de la Olimpiada de Tromso en 2014, por lo que estudia «cómo devolver ese dinero al ajedrez noruego». «En cualquier caso, mi conclusión es que si este acuerdo es legal, definitivamente recomendaría votar sí», añade. Si la Federación rechazara ese dinero, lo vería «como una traición a esta y a la próxima generación de jóvenes, y una señal clara de que tenemos una federación sin ambición».
Como recuerda @fitozg en Twitter, en 2014 el torneo de Altibox ya sufrió un problema similar, al estar patrocinado por Unibet, del grupo de la discordia. Aquella edición, que ganó Karjakin con medio punto de ventaja sobre Carlsen, se llegó a bautizar como «No Logo Norway Chess».
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