En 1965, el olvidado ajedrecista ruso Ratmir Jolmov le ganó a Bobby Fischer una partida en La Habana. El estadounidense jugó aquel torneo por télex, desde Nueva York, pero lo interesante es cómo le ganó su rival, pese a haberse emborrachado la noche anterior. El relato del vencedor lo pueden disfrutar los lectores del segundo volumen de ‘El mejor de los tiempos’, de Antonio Gude. Del primero hablábamos hace poco más de un año por aquí. En conjunto suman más de mil páginas, cuajadas de información, anécdotas y partidas.
«¿Cómo gané a Fischer? Durante la partida me sentí bajo presión, pues sabía que si perdía me echarían a los perros. Lo recuerdo todo, en particular la noche antes de la partida. ¿Por qué? El bar del hotel estaba abierto toda la noche y yo bebía Bacardi, el maravilloso ron de Cuba. Era muy tarde cuando Smyslov vino a verme. ‘Vamos, Ratmir, me dijo. Te mostraré una variante que puedes jugar mañana contra Fischer’. Así que nos fuimos a la habitación de Smyslov y me mostró una nueva idea en la variante Chigorin de la Española, pero estaba tan borracho que Vasily Vasilievich se fue convencido de que no me acordaría de nada».
«Al día siguiente, me senté a jugar y me dije para mis adentros: ¿Qué has hecho? Tendrás que vivir un infierno por culpa de tu conducta. Dirán: eres un hijo de puta, estabas borracho como una cuba… Entonces apreté los dientes y cerré los puños y no me levante ni un momento de la silla. ¿Puedes imaginarte que tuve en el tablero la variante que habíamos analizado? Pues logré recordarlo todo y después de la partida, Fischer me felicitó. Había muchos famosos grandes maestros entre los 22 participantes, pero no perdí ni una sola partida y finalicé a medio punto del vencedor».
En el libro de Antonio Gude, lo sabrán sus lectores, hay cientos de anécdotas como esta y cantidades ingentes de información (casi demasiada), además de algunas de las partidas más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, perfectamente encuadradas en un contexto histórico y ajedrecístico, y pertenecientes a campeonatos del mundo, Olimpiadas y otras grandes competiciones. Es un esfuerzo descomunal, de casi 600 páginas de un tamaño considerable. El autor confiesa que afrontar esta obra puede parecer «temerario». Lo mejor para el lector es que recorrerá el camino cuesta abajo. El trabajo ya lo ha hecho otro.
De regalo, que me lo apunte Gude en la cuenta, dejo otra anécdota solo posible en aquella época. No creo que en el torneo de Candidatos que empieza esta semana en Madrid, con ocho de los mejores grandes maestros de la actualidad, pueda ocurrir nada parecido. Pese a todo, son personalidades también muy interesantes; ojalá Antonio Gude los tenga en cuenta en el próximo volumen de su obra más ambiciosa.
El protagonista es Alexei Suetin, ingeniero mecánico nacido en 1926 que muy pronto se dedicó por entero al ajedrez. «Era un jugador dinámico y emprendedor, con tendencia al ajedrez ofensivo. Su lema era: ‘La maestría no basta: hay que atreverse a correr riesgos’». «Hasta 1971, fue segundo y entrenador de Tigran Petrosian, cuando un error analitico en el aplazamiento de una partida con Fischer le valió una sonora bofetada en público de Rona, la esposa de Petrosian, que vino a ser una inequívoca notificación de despido».
Ajedrez Federico Marín Bellónel