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Vulnerabilidades de EE. UU. en Asia

Vulnerabilidades de EE. UU. en Asia
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista con un título distinto.

El Economista, 6 de febrero de 2023

Asia se está convirtiendo en una región compleja, multipolar y multifacética.

Ante ello, Estados Unidos (EE. UU.) está tan obsesionada con encontrar soluciones a su equilibrio de seguridad con respecto a China que está dejando olvidados asuntos que podrían ser tan decisivos como los de defensa en la definición futura del Asia-Pacífico.

1.- Para empezar, en Asia, mientras la seguridad se fragmenta, las economías se integran.

14ª Cumbre de Asia Oriental, 2019.

Así, Asia Oriental se está convirtiendo en el motor del desarrollo económico del mundo y los países de aquella región quieren cooperar unos con otros, sin restricciones, para beneficiarse del efecto multiplicador que esa colaboración tiene sobre la generación de bienestar y de riqueza para sus ciudadanos.

De forma simultánea, sólo unas pocas naciones ponen por delante sus prioridades de defensa, subrayan sus disputas territoriales o fronterizas, se arman para hacer frente a conflictos potenciales o construyen armadas para operar en aguas profundas de mares abiertos globalmente.

Desde los años 90 del siglo pasado hasta el estallido de la crisis financiera de 2008, la economía tomó el lugar prevalente sobre la seguridad en Asia.

Sin embargo, desde el comienzo de la década de 2010, el pavor que EE. UU. siente de poder perder su condición de hegemon mundial frente a China ha conseguido que la seguridad vuelva a situarse en el centro de las preocupaciones estadounidenses sobre Asia.

Tanto es así que la integración económica alcanzada en Asia durante las décadas anteriores puede ser desbordada por un impulso de seguridad, que está resultando ser caótico y fragmentado.

2.- EE. UU. está haciendo frente, en la actualidad -tras años de ser el país más grande, si no, el único, con la excepción de China, que provee de capacidades de seguridad para muchos de los países, aliados o no, de la región-, al reto de tener que asumir la realidad de que:

  • la demanda de las naciones asiáticas por contar con EE. UU. como socio inversor o comercial está disminuyendo, en términos relativos, por un lado, y
  • la inexistencia de un entorno favorable en Asia para crear organizaciones de seguridad colectiva, por otro lado, dificultará el surgimiento de estructuras nuevas, llámense Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Asia o de cualquier otra forma.

Incluso sin llegar a la formalización de nuevas configuraciones de seguridad bajo su liderazgo, EE. UU. está teniendo problemas para concitar el entusiasmo de aquellos países relevantes, como son los casos, por ejemplo, sin ser exhaustivos, de India o de Indonesia.

Estas dos democracias grandes y de éxito, que a Washington le gustaría tener indiscutiblemente de su lado, ya no muestran interés por el llamado estadounidense para formar alianzas de seguridad en Asia.

Durante los últimos tiempos, EE. UU. está enrocado en torno a su obsesión enfermiza con China.

No siempre fue así.

En 1972, el presidente Richard Nixon inició la política estadounidense de apertura hacia China, en el momento en el que ésta salía del caos de su Revolución Cultural, iniciada en 1966, a pesar de que, al mismo tiempo, ambos países estuvieran librando guerras a través de intermediarios en la península de Indochina.

Posteriormente, EE. UU. y China desarrollaron una relación económica bilateral saludable, que culminó con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001, con la ayuda decisiva del presidente Bill Clinton.

Sin embargo, las políticas de seguridad nacional de EE. UU. en Asia arruinaron ese acercamiento y, lo que es aún peor, están perjudicando los intereses económicos de Washington.

En estos momentos, EE. UU. está obstinado con las formas, con el perímetro, con la arquitectura y con la membresía de organizaciones de seguridad presentes y futuras en torno a Asia para hacer frente a China.

Con ello, EE. UU. no parece prestar atención a la misión o a la función que éstas podrían desempeñar y proyecta, en cambio, una elasticidad egoísta para definir qué es lo que es y lo que no es su seguridad nacional.

3.- Mientras, el desarrollo tecnológico exponencial de China continúa y se ha convertido en el centro de la verdadera competencia económica y de poder en Asia y, por extensión, para el mundo.

China ya es líder mundial en semiconductores y quiere serlo en el desarrollo de aplicaciones facilitadoras de la inteligencia artificial, de nuevos materiales sintéticos, de innovaciones en las ciencias de la vida y de la biotecnología, de la nanotecnología, de la computación cuántica o de los macrodatos e inteligencia de datos.

A la vista de lo anterior, habría que desearle mucha suerte a Jon Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y a su proyecto de una OTAN asiática.

 

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