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Trampas de Biden a Trump sobre China

Trump (i), Xi (c), Biden (d).
Jorge Cachineroel

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 3 de febrero de 2025, p. 37.

El equipo de Biden ha dejado trampas ocultas con la esperanza de que Donald J. Trump (DJT), presidente de EE. UU., caiga, se enrede o se ralentice en su relación con Rusia en el conflicto de Ucrania y con China en el Sudeste Asiático.

DJT hizo suyo el concepto de la competición entre grandes potencias para definir sus objetivos para la política exterior de EE. UU. hacia China durante su mandato de 2016 a 2020.

Esta idea está muy en boga desde hace años entre las élites que debaten, definen y formulan las estrategias militares, económicas y tecnológicas de Washington, al percibir correctamente el ascenso de China, el resurgimiento de Rusia y el declive relativo de EE. UU.

Los defensores de esta escuela de pensamiento en EE. UU. consideran que dicha rivalidad por la supremacía en una región o por el dominio global es permanente entre aquellos Estados que son considerados los principales actores del sistema internacional.

La competencia entre grandes potencias no es necesariamente una receta para el estallido de guerras entre ellas, sin embargo, la posibilidad de un enfrentamiento armado se incrementa, cuando aquella se intensifica.

La primera versión de DJT abordó la rivalidad con China como un asunto fundamentalmente comercial, ya que identificó a Pekín como un par cercano que le estaba arrebatando el liderazgo económico y tecnológico en el mundo.

Esta tendencia está perjudicando la competitividad de las corporaciones estadounidenses dentro de su país y a lo largo de sus cadenas de valor globales.

No obstante, el equipo de Biden puso todo el énfasis en gestionar esa competición con China desde 2020 como si fuera fundamentalmente de carácter militar y de seguridad.

Así, se abandonó la política de una China, adoptada por el presidente Nixon y su secretario de Estado, Kissinger, en 1972, y se trató a Taiwán como si fuera un país independiente de China, al que se le ofreció ayuda y garantías militares que lo ponían en rumbo de colisión contra Pekín.

Chou (i), Nixon (d), Shaghái, China, 28 de febrero de 1972.

Biden y su grupo pusieron el acento para que DJT se haya encontrado al regresar a la presidencia de EE. UU. todo un cuerpo de doctrina que identifica la rivalidad con China como global y multisectorial, de forma que permea todos los ministerios claves del gobierno.

La competencia militar con China debía ser mundial para Biden porque entendía que se manifestaba no sólo en Asia, sino, además, en África, en Hispanoamérica o en Europa, aunque el foco tenía que estar puesto sobre el continente asiático por la expectativa de un enfrentamiento probable con Pekín.

Asimismo, esa rivalidad tenía que incluir la ciberseguridad, la competencia en el espacio, la guerra de la información o el comercio, además de la defensa.

Esta es la herencia que Biden dejó a DJT en Asia en la confianza de que no pueda desplegar sus políticas con libertad de movimientos.

A pesar de lo anterior, el grupo de Biden se olvidó de que DJT es enemigo de la confrontación cinética para resolver los problemas internacionales.

Es previsible que el gobierno de DJT centre su competencia con China en los aranceles y en las restricciones a las importaciones de productos manufacturados chinos más que en el postureo y en las provocaciones militares.

Aranceles de EE. UU. sobre China, marzo de 2018, Trump (i), Xi (d).

Pekín, por su parte, lleva tiempo aumentando el estocaje de sus productos y apalancándose en torno a multitud de países que no quieren sacrificar sus relaciones con China y las oportunidades económicas y comerciales que éstas puedan aparejar.

China podría sorprender al mundo por su capacidad para entenderse con DJT, ya que su carácter transaccional y su ambición de llegar a acuerdos bilaterales pueden encajar muy bien con los objetivos de la política exterior de Pekín.

Pekín es optimista sobre un entendimiento de tú a tú con DJT, mientras que, en paralelo, no renunciará a seguir reforzando la institucionalidad multilateral, como fuente de un liderazgo que a tantos países atrae y que DJT desprecia profundamente.

La Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) -Brunéi Darussalam, Birmania, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam- es un ejemplo de cómo las naciones asiáticas están buscando oportunidades para no enfrentarse con China, ya que es su primer socio comercial o económico o está en vías de serlo.

Algo similar está ocurriendo en las relaciones de estos países con Rusia, a pesar de la guerra en Ucrania.

EE. UU. asiste al desmoronamiento de la arquitectura de paz y seguridad que había construido en el sudeste asiático durante los años de la Guerra Fría.

 

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