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Retos presentes para la Reputación de la Unión Europea

Retos presentes para la Reputación de la Unión Europea
Jorge Cachinero el

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

 La celebración y el resultado del referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) y el debate actual sobre su aplicación y sus implicaciones ha dejado en un segundo plano, durante las últimas semanas, las discusiones que se están produciendo en el seno de la Unión sobre cuáles deberían ser las prioridades de la organización y de sus instituciones en los próximos meses y años.

Si uno escucha con atención lo que dicen embajadores de países fundadores de la UE y representantes de los gobiernos con más peso dentro de Europa, no es difícil identificar cuáles son las áreas de interés inmediato para los tomadores de decisiones europeos en un momento en el que, más allá del debate sobre el cuestionamiento de la propia legitimidad de la Unión, el entorno de riesgos y retos de Europa está mutando.

Por ejemplo, la seguridad, externa e interna, está convirtiéndose en una preocupación prioritaria en los países del centro de Europa.

Sin duda, una preocupación que responde a la expectativa creciente de los ciudadanos europeos, a las que deben responder sus gobernantes, de que Europa siga siendo “un lugar seguro en el que vivir”.

No es un asunto fácil de abordar porque tiene derivadas complejas y de mucha sensibilidad social y política ya que implica el conseguir una mayor colaboración entre los países de la Unión sobre asuntos como el control más eficiente de fronteras o la revisión de los principios que sustentan las políticas de asilo en el continente.

A todos estos retos subyace, indudablemente, el problema creciente, de alcance global, del terrorismo yihadista y, sobre todo, el de sus fuentes de financiación.

Por otra parte, preocupan, especialmente, en los países más grandes de la UE, las necesidades crecientes de los retos de defensa y de seguridad externos de Europa.

Esta preocupación está sustancialmente agravada por el desentendimiento creciente de los ciudadanos europeos por el esfuerzo de recursos que exigen estas políticas, por un lado, y por las consecuencias que se podrían derivar, por otro, de una hipotética salida del Reino Unido, es decir, de una potencia nuclear y de un puntal crítico en la compartición de información anticipada con otros socios importantes de muchos países, de la UE.

En segundo lugar, gobernantes y embajadores europeos hablan, como no podría ser de otra forma, de los retos que plantea el deseado crecimiento económico para la formulación de políticas públicas en sus países.

La movilidad geográfica de personas, la calidad de la educación – ambas  directamente asociadas con las oportunidades sociales de las generaciones más jóvenes de europeos-, la transformación digital, el replanteamiento de las políticas energéticas o la creación de entornos atractivos y favorables para las inversiones públicas y privadas son asuntos que veremos muy pronto en el centro de las discusiones de los dirigentes europeos con el objetivo de revertir la tendencia actual por la que Europa está convirtiéndose en un continente envejecido y de crecimiento económico pobre y para que, con un viraje de estas características, Europa pueda dejar de perder oportunidades competitivas frente a otras zonas geográficas del mundo, como es el caso de Asia.

Estas reflexiones deberían traer consecuencias aparejadas importantes para la forma en la que se elaboran los presupuestos de la UE.

No debería sorprendernos que países grandes, como es el caso de Alemania, quieran cuestionar muy pronto, y radicalmente, el paradigma de las apuestas estratégicas económicas tradicionales de la UE y que esta ambición pueda quedar perfectamente reflejada en aquellos proyectos que se decida que deban ser prioritarios y destacados en los presupuestos anuales de la UE del futuro.

La UE, como se dice en esos países, está necesitada de “identificar los proyectos del s. XXI”, que, a diferencia de los del XX, garanticen la competitividad y el crecimiento europeo en los próximos años.

Dicho lo anterior, lo que más inquieta, en estos momentos, en algunos de los paises más grandes de los fundadores de la UE es la política.

La política que debe desplegarse para “persuadir al ciudadano en la calle”, en palabras de algunos de sus tomadores de decisiones, sobre las virtudes y ventajas, prácticas y concretas, del proyecto europeo.

La política que haga frente al fenómeno creciente y universal del populismo.

La política que refuerce la aparente debilidad de las instituciones europeas y la evidente crisis de los partidos políticos tradicionales, que han sido, estos últimos, hasta el momento presente, los más firmes defensores de la UE.

La seguridad, la economía y la política están en el centro de las preocupaciones de los dirigentes europeos en este momento. Son los factores que pueden hacer o deshacer el diseño de Europa como la conocemos.

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