La política exterior del nuevo gobierno Netanyahu

El 1 de noviembre de 2022 se celebraron en Israel elecciones anticipadas a la Knesset, el parlamento israelí, que ganó el partido Likud y el bloque religioso.

Aquél fue el quinto proceso electoral que ha tenido lugar en Israel desde abril de 2019.

Gracias a esa victoria, Benjamin Netanyahu, líder del Likud, regresó al cargo de primer ministro tras un hiato de un año y medio.

La inestabilidad y la polarización siguen caracterizando la política interna de Israel y estos dos fenómenos influirán sobre la formulación y el despliegue de la política exterior israelí durante los próximos años.

Sin embargo, con todas las dificultades políticas de carácter doméstico que puedan surgir, es razonable esperar que este ejecutivo de reciente creación se mantendrá en el tiempo, ya que cuenta con una clara mayoría en la Knesset, a pesar de la tradición política israelí de que los gobiernos suelan ser de corta duración.

El nuevo gobierno Netanyahu continuará el rumbo de la política exterior del gobierno saliente y se centrará en garantizar la seguridad y la protección de Israel frente a sus amenazas externas.

Así lo confirmó, a principios de enero de 2023, Netanyahu al afirmar que Israel “no se someterá a los dictados de la comunidad internacional“, sino que “defenderá sus propios intereses” y aplicará una política exterior “enérgica“.

Estados Unidos (EE. UU.) espera mantener con Israel una interlocución basada en la continuidad y en que todo siga igual –“business as usual”, en inglés-.

No obstante, EE. UU. recela tanto de la historia larga y fructífera, para ambas partes, entre Netanyahu y el presidente Vladimir Putin de Rusia, como de los primeros contactos que se han producido entre el nuevo gobierno israelí y el gobierno ruso.

En efecto, el 22 de diciembre de 2022, antes de que fuera elegido primer ministro por la Knesset, Netanyahu mantuvo una conversación telefónica con Putin.

Posteriormente, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Eli Cohen, que sirvió a Netanyahu, en su anterior gobierno, como ministro de Inteligencia, dialogó in extenso, durante su primera semana en el puesto, con su colega ruso, Sergey Lavrov.

Ambos intercambios sirvieron a las dos partes para reiterar sus voluntades respectivas compartidas de fortalecer las relaciones bilaterales entre ambas naciones, aunque, de forma simultánea, pusieron, también, en alerta a Biden y a su equipo.

La expectativa que EE. UU. alberga sobre el nuevo gobierno de Netanyahu es que Israel se alinee completamente y sin dudas en el asunto de prioridad estratégica para la política exterior estadounidense del momento presente, es decir, su enfrentamiento con Rusia.

EE. UU. es consciente de que, en el pasado, durante la presidencia de Donald J. Trump, Netanyahu supo gestionar inteligentemente sus intereses nacionales con respecto a China y a las inversiones en infraestructuras que ésta estaba realizando en Israel en contra la opinión estadounidense.

Después de la conversación telefónica celebrada entre Cohen y Lavrov, Lindsey Graham, senador republicano, declaró que la posible relación entre Netanyahu y Rusia es “una línea roja para nosotros” que el gobierno israelí “no debe cruzar”.

EE. UU. está evaluando con lupa el comportamiento del nuevo gobierno israelí en relación con Rusia y no dejará pasar ninguna acción de aquél con respecto a ésta que considere contraria a sus intereses.

Por el momento, Jake Sullivan, el Asesor de Seguridad Nacional de EE. UU., ha aplazado su visita planeada a Israel y Netanyahu todavía no ha sido recibido en la Casa Blanca desde que fue elegido, de nuevo, primer ministro de su país.

En relación con Irán, Netanyahu siente que pisa suelo firme.

El primer ministro israelí está persuadido de que la posición de Occidente ante el “acuerdo nuclear” con Irán ha cambiado, que las posibilidades de recuperación del JCPOA –Joint Comprehensive Plan of Action, en su nombre original- están finiquitadas y que, por lo tanto, es muy difícil, por no decir, imposible, reiniciar las negociaciones sobre este asunto.

Asimismo, Israel es consciente de la colaboración reciente entre Rusia e Irán sobre Vehículos Aéreos No Tripulados (VANT), popularmente conocidos como drones, y cree que este hecho juega en su favor para argumentar el caso Irán en las capitales de Occidente.

Mientras que, para Israel, la cooperación militar ruso-iraní es un asunto que le preocupa por lo mucho que pueda reforzar las capacidades militares iraníes, para Occidente, el desasosiego que aquella le causa tiene que ver, en cambio, con lo mucho que pueda robustecer las rusas.

Netanyahu ha tenido tradicionalmente aversión a los riesgos asociados a un enfrentamiento militar con Irán; sin embargo, en la actualidad, no parece tener tanta, aunque los riesgos sean, en este momento, mucho mayores.

En cualquier caso, Netanyahu no renunciará a la confrontación con Irán, si fuera necesaria, ya que siempre se ha opuesto y sigue oponiéndose a la reactivación del “acuerdo nuclear” iraní.

Israel continuará el proceso de normalización de las relaciones con los países árabes, dentro del marco creado tras la firma de los Acuerdos Abraham (AA) hace dos años.

Cabría mencionar que, como factor atemperador de los impulsos de Netanyahu ante la amenaza que, para Israel, representan los planes del gobierno de Teherán, se ha vuelto a celebrar, de forma muy discreta, una nueva reunión entre Arabia Saudí e Irán, dos de los tres competidores regionales por excelencia en el Próximo Oriente.

Arabia Saudí no es parte del campo de los acuerdos de normalización árabes con Israel, es decir, no ha firmado los AA, ni ha reconocido oficialmente al Estado de Israel, como Egipto y como Jordania hicieron muchos años antes.

No obstante, desde Riad se mantiene una relación excelente con Jerusalén.

El desafío que tiene por delante Netanyahu para el desarrollo de su política exterior consiste en mantener a EE. UU. cerca de sus intereses, algo que es imprescindible para Israel en todo lo que tiene que ver con el expediente Irán, y seguir cultivando las relaciones excelentes que ha construido con Rusia y que Netanyahu quiere reforzar.

Para Rusia, la clave del éxito en la preservación de los vínculos con Israel, con quien mantiene, en estos momentos, numerosos intereses cruzados en el Próximo Oriente, después de 30 años desde la restauración de sus relaciones diplomáticas bilaterales, reside en que Israel no suministre armas al gobierno de Ucrania y no imponga sanciones económicas a Rusia.

La política interior es un factor más de este panorama complejo dentro del que Netanyahu debe saber moverse para formular la política exterior del nuevo gobierno del Estado de Israel.

Netanyahu es consciente del poder electoral y político que ejercen los dos millones de ciudadanos israelíes que son ruso-hablantes, a pesar de que, obviamente, sepa que ésta no es una población homogénea en sus lineamientos políticos, que son, más bien, factor de su edad o de la región de la antigua Unión Soviética de la que proceden sus familias.