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Guerras del pasado, guerras del futuro

Guerras del pasado, guerras del futuro
Jorge Cachinero el

Durante los últimos 20 o 30 años se extendió en el mundo la creencia de que las guerras del futuro serían disputadas entre ejércitos reducidos y en territorios alejados de aquellos que las iniciaban.

Esas guerras, en definitiva, serían combatidas mediante ejércitos profesionales pequeños, que estarían equipados con sistemas de armas de gran precisión.

Aquella era una ilusión, que fue cultivada por la experiencia de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos (EE. UU.) durante sus expediciones militares en Irak o en Afganistán.

Al final, esas operaciones, que nacieron de ambiciones enormes y alambicadas, como era la de la construcción de democracias a lo largo del planeta, acabaron convirtiéndose en experimentos de objetivos más diminutos y realistas.

La mayoría de ellos terminaron por ser ejercicios fracasados de los que EE. UU. siempre quiso escapar salvando su cara y tapando sus vergüenzas.

En febrero de 2022, la Federación de Rusia se vio forzada a desplegar en Ucrania una Operación Militar Especial (OME) para hacer frente a EE. UU. y a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Éstos le habían declarado tácitamente una guerra por intermediación de terceros para imponer, por la fuerza, que la frontera occidental de Rusia, una de las prioridades estratégicas y existenciales de ésta a lo largo de la historia, fuera la oriental de la Alianza Atlántica.

Dicho conflicto, aún en marcha, aunque con un resultado anticipado por todas las partes involucradas en él, incluidos EE. UU. y sus aliados, ha traído de vuelta conceptos que algunos consideraban desterrados por las doctrinas militares más avanzadas del siglo XXI.

Así, en Ucrania estamos siendo testigos del despliegue de los ejércitos grandes y de sus operaciones de maniobrabilidad y de líneas del frente largas, sólo comparables a las de la II Guerra Mundial.

Todo ello está siendo acompañado por la movilización masiva de la población, de los equipos militares, especialmente, los carros de combate y de las piezas de artillería, y de las estructuras industriales y de las cadenas de suministro y logísticas de los contendientes.

Carros de combate T-72, planta de Uralvagonzavod, en la ciudad de Nizhny Tagil.

Sin duda, la guerra en Ucrania ha sido el escenario para el uso intensivo y el desarrollo acelerado de productos y de tecnologías avanzadas en el teatro de operaciones.

Éste está siendo el caso de los vehículos aéreos no tripulados (VANT), o drones, de los sistemas de guerra electrónica –Electronic Warfare (EW), en inglés- o de los satélites de Inteligencia, vigilancia y reconocimiento –Intelligence, Surveillance and Reconnaissance (ISR), en inglés-.

En el análisis final, de cualquier forma, Rusia se impondrá sobre Ucrania, y, por extensión, sobre EE. UU. y sobre sus aliados.

Las razones por las que Rusia prevalecerá son su superioridad doctrinal para el combate, sus sistemas avanzados de armas, especialmente, los misiles hipersónicos, y no haber abandonado la confianza en la utilidad de los carros de combate, de los sistemas de artillería y de la aviación táctica en el frente de batalla.

Además, la victoria rusa va a estar determinada por la capacidad, casi ilimitada, de su estructura productiva y manufacturera y de sus cadenas de suministro logístico.

Por último, como suele ocurrir en todos los conflictos bélicos, de antes y de siempre, la Federación de Rusia se impondrá gracias a la voluntad, a la determinación y a la paciencia de sus dirigentes, maduros y autocontenidos, y de su pueblo para defender sus intereses nacionales existenciales.

Uno podría pensar, a la vista de lo anterior, que, en las academias militares occidentales, se hubiera sustituido el estudio de las enseñanzas de Clausewitz por la ideología woke.

 

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