“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com
Los pasados 4 y 5 de septiembre el llamado Group of Twenty -popularmente conocido como G20- se reunió en Hangzhou, la capital de la provincia de Zhejiang, en la costa sudoriental de la República Popular de China.
Esta ha sido la decimoprimera reunión del G20, desde su creación en 1999, con el fin de promover la estabilidad financiera internacional por parte de veinte de las grandes economías del mundo – Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos de América, Francia, la India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, República de Corea, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea (UE)-, y la primera que se ha celebrado en China.
A las reuniones de este foro, al que, desde 2008, también asisten los líderes de los países miembros del mismo -el G20’s Leaders Summit-, acuden, también, algunos países invitados y todas las grandes organizaciones multilaterales del mundo – Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio, Consejo de Estabilidad Financiera, Organización Internacional del Trabajo y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico-.
En resumen, todos aquellos que tienen responsabilidad en la gobernanza pública de las finanzas y de la economía mundiales.
De acuerdo con la información distribuida oficialmente, la agenda de la reunión incluía asuntos tan relevantes como la lucha contra la evasión fiscal, el favorecimiento del comercio internacional frente a las tentaciones proteccionistas, el apoyo a los refugiados, la amenaza de los ataques populistas contra la globalización y el papel de los estímulos fiscales y de la innovación para activar el crecimiento económico.
Específicamente, en dicha comunicación, y más en concreto, en su punto número 5, la reunión de los líderes del G20 recoge la afirmación de que “(w)e are determined to foster an innovative, invigorated, interconnected and inclusive world economy to usher in a new era of global growth and sustainable development”.
Interesante uso de los adjetivos en esta frase, entre los que destaca la palabra “inclusive” como clave para asegurar ese nuevo y deseado período de crecimiento global y sostenible en una reunión que se produce en plena resaca de La Gran Recesión y en medio del cambio de ciclo en Latinoamérica y de ajuste del modelo de crecimiento chino.
No es una coincidencia el que asuntos de vertiente política y social, y no sólo, económico o financiera, como algunos de los mencionados más arriba -y, muy destacadamente, el problema de los refugiados, el cuestionamiento de la globalización económica por las corrientes proteccionistas y el surgimiento abrupto de los populismos emergentes-, hayan ocupado un tiempo destacado de esta reunión del G20.
Sin embargo, la preocupación por la sostenibilidad y por la inclusividad no es reciente, ni exclusiva de los dirigentes públicos. Está en el origen del funcionamiento eficiente de los mercados, del comportamiento de los agentes económicos y de la razón de ser del propio capitalismo.
En palabras, por ejemplo, de Robert Petty, Chairman de EMPEA – la asociación mundial, sin ánimo de lucro, de la industria del capital privado para los mercados emergentes y que agrupa a inversores institucionales, gestores de fondos y asesores, que manejan más de US$1 billón (US$1 trillion, en inglés) de activos-, “both risk management and creating value is something that is core to any good investment decision”.
O, por poner otro ejemplo, esta ha sido la tarea a la que se ha dedicado el movimiento por el capitalismo inclusivo –Coalition for Inclusive Capitalism-, que fue fundado, en 2014, por Lady Lynn Forester de Rothschild, Chief Executive Officer (CEO) de E.L. Rothschild, propietario, entre otras inversiones, de The Economist Group, dueño, a su vez, de la revista The Economist. Esta organización no es una plataforma de hippies o hipsters antisistema, sino que nació en la City de Londres, es decir, en el corazón mismo del sistema financiero, económico y corporativo mundial.
Este movimiento se puso en marcha, según afirman sus fundadores, al constatar que, desde el estallido de La Gran Recesión de 2008, el sistema capitalista está siendo cuestionado, con mucha efectividad, por populistas y por proteccionistas, porque el capitalismo ha fracasado en crear “broad-based prosperity”.
Esta es, sin duda, la gran cicatriz, todavía por cauterizar, que los años pasados han dejado en las sociedades contemporáneas.
En un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, en el que la expectativa de la mejora continua para las generaciones futuras -sobre la base de la educación, del trabajo y de la integridad: elementos constitutivos del contrato social surgido del proceso de reconstrucción del mundo tras la conclusión de la II Guerra Mundial- se ha esfumado para ser sustituida por el cinismo, el escepticismo, la desconfianza y la ausencia de esperanza, los ciudadanos han dejado de confiar en sus liderazgos tradicionales -incluidos los corporativos y los financieros-. Crear modelos de negocio sobre el único principio del retorno de valor para los accionistas ha dejado de ser sostenible en el largo plazo.
Barbarians at the gate, impacientes, no esperarán a recibir una invitación amable de los anfitriones para unirse educadamente a la mesa.
Otros temas