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Concierto para todos

Concierto para todos
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Se vuelve a hablar del concierto vasco ¡pero en qué términos! Casado lo defendió hace unos días, lo que es normal, pero, casualidad o no, algunas voces cualificadas lo elogian ahora como figura generalizable

Hace unos días era Lorenzo B. de Quirós el que hablaba de esto. Se trata de un conocido economista liberal que participó en la última convención del PP. Publicó un artículo (lo siento, no recuerdo exactamente dónde) en el que elogiaba el concierto vasco y reivindicaba su origen liberal con Cánovas. Esto no era lo llamativo. Lo llamativo era que destacaba su “transparencia”, comentando muy poco la naturaleza finalmente política de su cuantificación. ¿Es precisamente “transparente” el cupo? ¿No lo estaba embelleciendo un poco?
Quirós hablaba también de la generalización de la medida al resto de autonomías y de su idoneidad para quienes quisieran evolucionar el estado autonómico hacia uno federal. Era, decía, le mejor expresión del “federalismo competitivo” (ese competitivo yo no sé si era competencial o competitivo).
No solo se defendía el concierto vasco como instrumento específico, sino que se “saneaba”. No sería una reliquia sino una modernidad. La llave para transformar el guirigay autonómico por la vía de la eficiencia, la transparencia y la responsabilidad.

Bueno, esto es una opinión personal. Pero de este tipo de opiniones que calan en el lector y se quedan reverberando un tiempo.

Pocos días después leemos una entrevista a Daniel Lacalle en ElMundo en la que propone igualmente el Concierto como la solución para el Estado de las Autonomías. Más que proponer, lo introduce, lo defiende. No lo rechaza al menos.
Pero Lacalle ya no es una voz cercana, Lacalle habla por el PP (aunque habrá que ver su nivel de influencia futura).
El concierto sería la forma de ordenar el sistema de financiación autonómica fortaleciendo la “responsabilidad fiscal”. Lacalle habla directamente de corregir “incentivos perversos”. Dice expresamente: “No puede ser un sistema de captación de recursos de otros”.
Al oído no muy avezado (al mío) esto ya le suena vagamente a una música distinta (lejanos eco de sardana pujolista). ¿Quiénes son los otros? ¿No pagaban las personas? ¿Y no es lo que precisamente se espera del Estado, que coja recursos de un sitio y los lleve si es necesario a otro?

Es un asunto muy técnico en el que hay que hablar con mucha prudencia. En la propuesta de Lacalle se observa la voluntad de disciplinar las haciendas autonómicas haciéndolas más responsables, pero junto a esto resulta perceptible un cambio en el lenguaje.
Se habla poco de solidaridad. Lo primero es lo otro. “Un Estado de las Autonomías en que se conjugue la responsabilidad fiscal con la autonomía”. Es decir, las Comunidades tienen que combinar su responsabilidad con su capacidad de gasto.
El término “financiación” no le gusta porque es “pedir prestado”. Prefiere “Administración” donde sí incluye “gestión crediticia, recursos limitados y solidaridad”.
Pero es inevitable fijarse en que la solidaridad aparece como algo secundario. El modelo es el vasco: máxima autonomía con responsabilidad.
En la España Vacía, ¿quién habla de solidaridad entre territorios?

Quirós hablaba abiertamente de federalismo y Lacalle elogia la eficiencia de los lander alemanes. Aumentar, como en los lander, la responsabilidad de gastos e ingresos.
Acercar las autonomías fiscalmente a ese modelo. Es decir, en cierto modo… ¿no es esto federalizar España fiscalmente?

¿Queda muy lejos esto de la ordinalidad del PSC, es decir, del PSOE? La ordinalidad es algo así como que el segundo en dar sea el segundo en recibir, no el tercero. Funciona como una limitación a la solidaridad interterritorial.

Sin dudar de sus buenas intenciones y de su cualidad técnica, esto introduce el “federalismo” por la puerta fiscal. Al menos en la conversación. El modelo de responsabilidad fiscal es el lander de la república federal alemana. Pero si su eficiencia en la gestión puede ser modélica, ¿han de serlo también los términos de su relación con el Estado Federal?

Es un nuevo lenguaje: el dinero de “unos” y de “otros”, la responsabilidad antes de la solidaridad, y sobre todo la generalización del modelo vasco.
¿NO era el concierto lo que quería el nacionalismo catalán? ¿No era precisamente eso? Sorprende que una concesión retórica de este calibre pueda calar tan fácilmente.
¿No suena este “concierto para todos” a un segundo “café para todos”?

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