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La racionalidad económica del confinamiento

La racionalidad económica del confinamiento
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Las medidas políticas de distanciamiento social se están presentando en ocasiones como opuestas a las razones económicas. Por un lado, la salud pública y las vidas, lo humanitario; por otro, la economía. Se suele argumentar (hay algún reciente estudio al respecto) que podría ser peor el remedio que la propia enfermedad, de modo que se acaban comparando vidas: las que el cierre salva, las que el parón económica provocaría.
Hay otra forma de verlo: comparar los efectos económicos del confinamiento con los efectos económicos de mantener niveles normales de actividad.
En las últimas horas se leen estudios y puntos de vista que defienden el confinamiento también desde un punto de vista económico.
Hay un trabajo reciente de Sergio Correia y otros que estudia lo que pasó en las ciudades americanas con la gripe del 18. Según estos investigadores, las que intervinieron antes y de forma más agresiva no funcionaron peor y crecieron más rápido después de terminada la pandemia. Las medidas de distanciamiento social mitigaron las consecuencias económicas adversas.
El propio estudio, eso sí, limita la extensión de su validez: el efecto en vidas de aquella gripe fue mayor, también su impacto en los shocks de oferta y demanda, pero la economía global era muy distinta. Sería difícil extrapolarlo a una realidad de mayor interconexión y cadenas de suministros entrelazadas.

Se puede estudiar lo que sucedió en la última gran pandemia o se pude estudiar lo que ha pasado en China. Ya hay estudios sobre el impacto del cierre allí. Jyngyuan Wang ha dirigido un estudio sobre el confinamiento estricto realizado en China y su impacto en la movilidad, llegando a la conclusión de que la ejecución estricta del confinamiento durante una corta duración tiene un coste menor que una ejecución más suave prolongada en el tiempo. Intuitivamente, nos ayuda el viejo refrán: más vale una vez morado que ciento amarillo.
Pero no solo hay miradas al pasado, el lejano 1918 o a la reciente pero misteriosa China (lo remoto de ambas invita a la prudencia de las conclusiones), hay otra forma de análisis del presente y del futuro que permite también defender la medida desde un punto de vista económico.
Los análisis coste-beneficio que se han hecho en EEUU (Cass Sunstein y otros) consideran que los beneficios del distanciamiento social agresivo superan en gran medida el coste de los mismos. Estos análisis parten de estimar económicamente una vida, y el beneficio de la medida de confinamiento se obtiene, precisamente, por el efecto económico positivo de salvar vidas.
Nuevamente, hay que matizar: los supuestos parten de unas tasas de recuperación determinadas. Si la recuperación tarda en llegar, esos beneficios económicos obtenidos por salvar vidas desaparecen.

Estamos acostumbrados a argumentos a favor del confinamiento estricto que vienen de médicos, epidemiólogos y demás expertos. Pero también los hay desde el punto de vista económico. Hay una racionalidad económica detrás de estas medidas. El caso español, eso sí, parece especialmente complejo y tiene su variable propia, agravante: ¿qué sucede si el gobierno introduce con sus medidas o mensajes sobre el mercado una distorsión adicional en la propia recuperación?

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