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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

La Cartería, un bib gourmand en Cantabria

Entrada de La Cartería, en Cartes
Carlos Maribonael

Tenía ganas de conocer LA CARTERÍA, en Cartes, al lado de Torrelavega. El bib gourmand concedido por Michelin y, sobre todo, las indicaciones de mi colega José Luis Pérez, que se ocupa con mucho criterio de las cosas del comer en el Diario Montañés en su suplemento Cantabria en la Mesa, me habían animado a conocerlo. También el nombre de su cocinero y propietario, Enrique Pérez Malagón, que estuvo antes en dos restaurantes que siempre me han gustado: el desaparecido Los Avellanos, de Torrelavega, y Sambal, en Noja. Como además es de los pocos que abren los lunes (tremenda la mínima oferta en este día, incluso en verano) y ese era el día de la semana en que pasaba por allí, en un viaje rápido de Asturias a Guipúzcoa, no hubo ninguna duda. Parada en Cartes.

Comedor de La Cartería

Bonito pueblo, por cierto. Y bonito local el que ocupa La Cartería. Una vieja casona del siglo XVIII que fue oficina de correos y telégrafos. De ahí el nombre del restaurante, que conserva aún el rótulo original: Cartería de Cartes. Muy bien rehabilitada la casa, situada en el Camino Real que atraviesa la localidad, con un acogedor comedor que pese a su decoración moderna no renuncia a un estilo rústico, con la piedra y la madera como protagonistas.

Buñuelos de cocido montañés

Al frente de la sala Noelia Sánchez. Me gustó mucho su forma profesional y discreta de trabajar. Y los buenos detalles en el servicio. Aceite de calidad, pan de elaboración propia, una mantequilla con trufa (demasiado potente), mantel, buenas copas, atractiva bodega…

Tomate con cebolleta

El riesgo de comer solo y de pedir sobre la carta es el de equivocarse en la elección. Y tengo muy claro que me equivoqué. Ya sé que todo lo que se ofrece al cliente debe estar bueno, pero hay ocasiones en que uno tiene la sensación de que no ha acertado. Primero con lo elegido. Y luego, sobre todo, cuando, ya con el postre en la mesa, escuché cantar a una mesa vecina los platos de un menú del día del que no tuve conocimiento hasta ese momento. Luego supe que existe y que cuesta 18 euros. A medida que Noelia enumeraba las opciones de ese menú era consciente de que eso era lo que tenía que haber comido. Pero ya no había remedio.

Guisantes lágrima, parmentier y huevo a baja

El caso es que Enrique cocina bien. Y se ciñe al producto local de temporada, con muchas recomendaciones fuera de carta (con el buen detalle de cantar los precios de estas). Platos limpios y sabrosos, casi siempre sin complicaciones innecesarias. Pero me pareció un tanto irregular. Y eso que no pude empezar mejor. Los buñuelos de rape y langostinos que se anuncian en la carta se sustituían ese día por otros de cocido montañés. Y creo que salí ganando. Estupendos, bien cremosos, con la masa crujiente e intenso sabor. Al mismo nivel un tomate de la zona que me ofrecieron fuera de carta, de los que saben a tomate, con cebolleta.

Tartar de bonito

También sugerencia del día eran unos guisantes lágrima con parmentier de patata y huevo a baja temperatura. Elaboración nada original. Y además siendo consciente (y así me lo advirtió Noelia) de que eran los últimos del año, pero sin embargo los pedí porque en este aciago año no había tenido ocasión de probarlos. Obviamente ya no estaban igual que los de plena temporada, pero los disfruté mucho.

Sobao pasiego con helado de avellana

Y llegó el momento del error. En el mejor momento del bonito, la jefa de sala me ofrece, también fuera de carta, cinco opciones con este pescado. Y elegí la peor con diferencia: el tartar. Los habituales lectores ya saben que me encanta el bonito. Y el tartar es una de mis preparaciones favoritas. Sin embargo no es habitual encontrarlo en los restaurantes. Siempre tengo como referencia el que hace Luis Alberto Martínez en Casa Fermín, de Oviedo, y ayer mismo tomé uno estupendo en el Mesón El Centro, de Puerto de Vega. Total, que lo pedí. Gran decepción. Apelmazado y pasadísimo de soja. No se puede aliñar la carne de bonito, tan delicada, como si fuera de vaca. Obviamente no sólo fue un fallo mío el pedirlo.

Yenda, blanco de Cantabria

Sí me gustó el postre. Un sobao pasiego con albaricoque y helado de avellanas muy agradable. Y me gustó el vino que me recomendó Natalia. Un interesante blanco de Cantabria: Yenda, a base de albariño y godello. En total, 68 euros. Se quedaron muchas cosas sin probar. Las sensaciones, salvo en el tartar, no fueron malas.  Tengo que volver e intentar acertar.

 

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