Era el único restaurante con estrella de Huelva. Y en febrero tuvo que echar el cierre, no tanto por el covid como por esa plaga que afecta a la hostelería y a los hosteleros en forma de arrendadores insaciables. Una importante subida del alquiler para el local que ocupaba Acánthum en el centro de la capital onubense hizo que Santi Elías decidiera cerrarlo para centrarse en otro proyecto que ya llevaba perfilando desde hace cinco años y que ahora, desde septiembre, se ha convertido en su casa madre: FINCA ALFOLIZ.
Una finca de 10.000 metros cuadrados, rodeada de pinares y situada en Aljaraque que compraron los padres de Xanty hace bastantes años, donde tuvieron la vivienda familiar, y que ahora ha sido totalmente reformada para convertirla en un precioso y acogedor espacio gastronómico, con el restaurante en la casa principal, una enorme terraza, espacio para sobremesas relajadas (incluida una zona para echarse una siesta), una gran huerta donde se cultivan aromáticas, frutas y vegetales que luego se utilizan en los platos, y gallinas en libertad. Todo en ecológico, con instalaciones muy cuidadas y pensadas, que el propio Xanty Elías enseña con orgullo. Sostenibilidad práctica y no teórica. Y posibilidad de eventos.
Hay un cambio importante en la cocina. La parte más “creativa” de Acánthum se ha transformado en una propuesta más sencilla y tradicional, adaptada, como dice el cocinero, a la situación actual. Tampoco le ha costado mucho a Elías esta adaptación. Su cocina siempre ha sido seria y sensata, centrada en el gran producto de las costas y del interior de la provincia onubense. Recuerdo que en mi última visita a Acánthum estuvimos recorriendo el estupendo mercado de Huelva y comprando cosass que luego me sirvió como aperitivos antes del menú degustación: tomate rosa, salchichón de cerdo ibérico curado en aguardiente, coquinas XXL, langostinos rayados, cocochas de corvina, y setas de Aracena.
En Finca Alfoliz los tiros van por ahí, por el producto, buena parte de él pasado por las brasas, en alguna que otra ocasión de una forma un tanto excesiva, con mucha concentración de humo. Tal vez sería mejor sustituir el Josper por una parrilla, espacio hay de sobra. En cuanto a los dos comedores que hay dentro de la casa, están decorados con detalles de la familia Elías, especialmente uno con fotos de sus padres y otros muchos recuerdos. La sensación es la de estar comiendo como invitado de esa familia.
Empezamos la comida con una ensalada en lebrillo que el propio Xanty prepara frente a la mesa. Protagonistas unas lechugas que él mismo había recogido de la huerta mientras nos la enseñaba. Lechugas recién cogidas, bien crujientes. Separa las hojas con la mano y les añade queso de oveja, cebolleta, perejil, cilantro y tomates Cherry. Para aliñarla, una emulsión con aceite de oliva, vinagre de manzana, huevo, mostaza y miel. De nuevo usa las manos para removerlo todo en el lebrillo y servirlo después. El resultado es magnífico, con la lechuga como estrella.
A partir de ahí, tres de los principales productos onubenses toman el protagonismo. El jamón ibérico de la sierra aparece en un buen tartar de jarrete y acompañando una ensaladilla bien tradicional. El choco, con sus huevos a la brasa o en unas cremosas croquetas. Y las gambas blancas de Isla Cristina también pasadas por el Josper. De la costa de Huelva llega un sobresaliente rodaballo, igualmente a la parrilla, con su pilpil. Una pieza de calidad, bien cargada de grasa de la que damos buena cuenta, cabeza incluida.
No están nada mal los postres, especialmente el cremoso de limón con merengue tostado y helado de pino y la tarta de chocolate. Buen equipo de sala y una bodega atractiva con presencia, claro, de los vinos del Condado de Huelva. Una apuesta muy interesante la de Xanty Elías, pendiente aún de algunos ajustes (el frenesí de los primeros días de apertura no permite pararse a reflexionar demasiado) pero con mucho recorrido.
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