Resulta curioso que una costa como la de Lugo (La Marina lucense, o A Mariña), tan rica en pescados y mariscos, no tenga apenas restaurantes de referencia. Sí hay pequeñas tascas y casas de comidas, con cocina muy tradicional, buen producto, por lo general pasado de punto de cocción, y raciones generosas. Sitios como SARGO, en Burela, el mayor puerto bonitero del Cantábrico (Rosalía de Castro, 2. 982 58 51 38); O NOSO LAR, en San Ciprián (Aduana, 4. 982 59 43 96); o A XOIÑA (Corredoira, 5. 982 14 09 44), poco antes de entrar en Foz, no dejan de ser restaurantes sencillos y populares, sin grandes aspiraciones, siempre con excelente pescado.
Pero la gran referencia de la costa lucense (y probablemente de toda la provincia) está en Vivero, en la playa de Area, poco antes de llegar al pueblo. Se llama NITO (Playa de Area, s/n. 982 56 09 87) y lleva cerca de 40 años abierto, aunque el hotel anexo, llamado EGO, acaba de ser reformado en un estilo supermoderno. Como hacía algún tiempo que no pasaba por allí, este semana he hecho una escapada para comprobar su estado de forma.
Manuel Balseiro Nito, el propietario, sigue al pie del cañón, ocupándose de que todo funcione con regularidad y seleccionando un género excelente de los puertos vecinos. El elegantón comedor (totalmente lleno a mediodía), ofrece desde sus ventanales (conviene reservar mesa junto a ellos) una preciosa vista de la ría de Vivero. Numeroso y correcto servicio de sala, dirigido por el propio Balseiro.
En Nito hay que ir a los clásicos, así que empezamos compartiendo un pulpo a la gallega, estupendo de punto pero algo pasado de pimentón, y un salpicón de bogavante muy bueno aunque en ración bastante escasa dado su precio (40 euros). Como cuando llegamos no estaba el propietario, nadie nos ofreció, como ocurrió luego con las mesas de alrededor al llegar aquél, unas cigalas de la zona con un aspecto impresionante. Cuando las vimos salir para las mesas vecinas ya era demasiado tarde. Las hubiéramos cambiado con gusto por el salpicón.
En la lista de pescados, merluza de Celeiro, lubina y mero. Pero optamos por los dos clásicos de la casa, seguros de no equivocarnos. Y no lo hicimos: el bonito en rollo, excepcional; y los calamares de la ría en su tinta con arroz (también los ofrecen con patatas), tiernos y sabrosos.
Más flojos los postres (con algún retraso en la cocina, además): la tarta de queso (con una especie de mousse de yogur) no valía nada; tampoco los buñuelos con crema de limón; lo mejor la leche frita, que se fríe al momento.
Bodega muy justita en cantidad y sin añadas en la carta. Pocos blancos de interés y para colmo uno de ellos, el Pazo de Señorans Selección, estaba agotado. Así que optamos por un Guitián con barrica que nunca falla. Otro fallo, el vino blanco se deja en la mesa sin una mísera cubitera con hielo para mantenerlo. Fallos tontos en un sitio de enorme regularidad pero nada barato para la zona. Tres personas pagamos 180 euros (60 cada uno), con una sola botella de Guitián y teniendo en cuenta que el bonito en rollo era sólo media ración. Ya nadie regala nada.
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