Por mediación de amigos comunes estuve ayer visitando en Luarca una cetárea. Se llama SPORT (perteneció a los propietarios del restaurante del mismo nombre, por eso se llama así) y está en el saliente de la última playa de Luarca, debajo mismo de las rocas. No hay apenas en Asturias ni en España cetáreas naturales como esta (entre otras cosas porque ya no dejan construirlas), excavadas bajo las rocas y aprovechando las mareas y el plácton natural para mantener sus piscinas. Los propietarios, una familia encantadora, mantienen allí sólo marisco asturiano, proviniente de los puertos pesqueros próximos: Luarca, Puerto de Vega, Navia, Tapia de Casariego… En sus piscinas se guardan langostas espectaculares por su tamaño (me contaron que venden muchas a Menorca donde ya apenas tienen para hacer sus célebres calderetas), bogavantes, bueyes de mar, nécoras, centollos, santiaguiños… Venden a restaurantes de Asturias y bastante a los de Barcelona. Ahora empiezan a introducirse en Madrid, para ellos el mejor mercado porque se valora la calidad y no se discute el precio, cosa que en Cataluña ocurre con frecuencia. Me contaban por ejemplo como una afamada marisquería barcelonesa de nombre gallego les había dejado colgada una importante cantidad de pulpo porque el que les vendían de Marruecos (de calidad infinitamente inferior, aunque de mayor tamaño) era más barato. Cantidad antes que calidad, y si el cliente no protesta…
No sabían, ni saben, a lo que me dedico, pero nos atendieron con la máxima cordialidad y al marchar nos regalaron un centollo (terciado de tamaño, pero tan lleno que pesaba 1,400) y un par de bogavantes no muy grandes. Los hicimos en casa. Ya saben, se introducen en agua fría con sal marina (yo utilicé la galesa Hallen Mon, que le da un toque especial), y cuando el agua entra en ebullición se dejan cocer diez minutos. Espectaculares. Hacía mucho tiempo que no había tomado un centollo (centolla en realidad) y un bogavante tan sabrosos y tan llenos como estos. Acompañados con un GUITIÁN criado sobre lías, un lujo para sibaritas. El segundo bogavante nos lo hemos tomado hoy en ensalada, con lechuga picada, huevo duro y mayonesa. Otra delicia. Mientras existan productos así, la comida seguirá emocionándonos. Y encima en casa.
Otros temas Carlos Maribonael