Se llama Coalla Gourmet. Abrió el sábado. Y está llamada a ser una de las referencias para los madrileños a los que les gusta comer y beber bien. Hay que tener mucho valor para poner en marcha, con la que está cayendo, un establecimiento como este. Un local enorme en el tramo final de la calle Serrano, justo al lado del hospital de San Rafael. Dos plantas, más terraza. La de arriba, íntegramente dedicada al vino (como me dice Ramón Coalla, “nosotros somos, ante todo, bodegueros”). La de abajo, tienda que rodea una amplia barra. En los estantes todas las marcas de referencia con las que sueña un buen gourmet. Desde las conservas de Güeyu Mar hasta las salsas de Sierra Nevada. De todo (lo mejor) y para todos. También tienda de quesos (vaya oferta) o charcutería (jamones de Joselito y de Carrasco, cecinas de Pablo, salmón de Domínguez) y panes que llegan desde Asturias.
Todo para comprar y llevar o para tomar en la amplia barra, donde hay además una buena oferta de tapas diseñadas por José Antonio Campoviejo (El Corral del Indiano) hechas todas con productos que hay en la tienda. O si prefieren, les abrirán cualquier lata o les cortarán unos quesos o unos embutidos al momento. Aunque lo mejor de todo es la oferta de vinos. Usted elige la botella que quiera dentro de la amplia oferta de la casa, que va desde generosos hasta champanes, pasando por la mayoría de los grandes y con importante presencia de pequeños productores. Muchos de ellos por copas. Del resto, les abrirán la botella a precio de tienda y sin cobrar el descorche siempre que cuesten al menos 18 euros. Magnífica oportunidad de beberse un buen vino en la barra o en la terraza.
Como les decía, se llama Coalla. La aventura madrileña de una casa fundada en 1955 y que los asturianos conocemos muy bien. Santo y seña de calidad. Los que vamos con frecuencia por Asturias visitamos habitualmente sus tiendas de Gijón (donde empezó José Suárez Coalla con su ultramarinos hace 65 años) y de Oviedo. Y su tienda virtual, que ha abastecido de buenos vinos y champanes a particulares y profesionales de toda España. Una de sus principales tareas ha sido siempre encontrar pequeños productores de calidad y distribuir sus vinos y productos. Gente seria, humilde, pero que sabe perfectamente lo que se trae entre manos.
El salto a Madrid, con el apoyo de unos socios locales, es un paso muy estudiado que, a la vista de lo visto, tiene un largo recorrido. Apenas hay en la capital nada parecido. Calidad por encima de todo. Un recorrido por la tienda y la planta de bodega invita a comprar y a comprar. Y la barra a quedarse allí disfrutando un buen rato. Casi todo lo que puede tomarse son combinaciones de productos de la tienda, pero también se animan con cosas sencillas como un arroz cremoso con calamares en su tinta de Güeyu Mar, con un pastrami en pan de pita, con un vitello tonnato o con unas tingas mexicanas de ternera o pollo (también de lata). Y todo a precios muy competitivos.
La impresión de los primeros días no puede ser mejor, a pesar de algunos pequeños fallos técnicos propios de los primeros días de rodaje. Estoy seguro de que va a ser un sitio de referencia en Madrid. Y me alegra especialmente que sea un proyecto de asturianos emprendedores, buena gente, a los que no les ha frenado una situación complicada. Les deseo mucha suerte y tengo claro que la arriesgada apuesta va a salir muy bien.
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