A la espera de la cena mañana en EL BULLI y el almuerzo del sábado en EL CELLER DE CAN ROCA (de las que les daré cumplida cuenta en los post de la próxima semana), esta quincena gastronómica intensiva que llevo ha tenido más cosas. Por ejemplo un almuerzo el lunes en EL HIGUERÓN, restaurante de Fuengirola que me gusta mucho por la regularidad de su cocina y las preciosas vistas sobre la costa. Un artículo muy duro de un ‘colega’ publicado el sábado en el diario Sur me animó a visitarlo aunque no lo tenía previsto. Y comprobé con satisfacción que todo sigue como siempre: bonito comedor, servicio impecable, completa carta de vinos y una cocina sencilla, con toques asturianos (su propietario, Pepe Villanueva, es el mismo de EL OSO, en Madrid, y este es uno de los restaurantes de España donde más fabada se vende). Agradables ensaladas, una de bacalao y otra de boquerones; salpicón de marisco con producto de primera; lomo de lubina del Estrecho impecable y perfecto de punto; y un plato de inspiración árabe bien conseguido: virutas de lechal con castañas y miel. El único fallo, sobre todo de concepto, unos langostinos rellenos de foie. De postre, arroz con leche y buenas tartas caseras. Lo que decía, como siempre.
Y sin tiempo para reposar, el martes almuerzo en las afueras de Gijón, en LA SOLANA. Un restaurante que cuenta con una estrella Michelin y en el que el joven Gonzalo Pañeda, cocinero casi autodidacta (antes de instalarse aquí con su socio, Toni, que lleva la sala, trabajaba en locales de bodas y banquetes), demuestra tener ideas claras, con platos bien elaborados de raíz asturiana. Cuesta encontrar el restaurante (en la foto), situado en las afueras de Gijón, en un palacete indiano montado con gusto y con preciosas vistas. El menú degustación cuesta 48 €, pero también hay, para los más clásicos, fabada, entrecot y similares. Les cuento: aperitivo de crema de queso afuega’l pitu con tomate; magnífico erizo en dos texturas; copa de moluscos con lima (un plato clásico de Gonzalo muy conseguido); royal de foie con gelé de trufa (innecesario, no aporta nada al menú, fuerte de sabor y demasiado frío, lo peor con diferencia); carabineros salteados con caldo de arroz y cebolla (buen plato, aunque excesivamente potente); rodaballo auténtico con navajas y jugo de llampares (lapas) (plato con sabor a mar, muy inteligente el uso de las lapas en un jugo sabroso que combina perfectamente con la fortaleza del rodaballo, el que más me gustó); carré de cordero asado en su jugo con trompetas (bien, aunque con un problema de temperatura); helado de coco con yogur de chocolate blanco (bien a secas); gelatina de Cabrales con uvas (demasiado fuerte para postre). Comía con gente de bodegas Torres por lo que bebimos uno de los champanes (el mejor) que distribuyen en España, CHARLES HEIDSIECK; y seguimos luego con un elegante tinto MAS BORRÁS 2003, elaborado en el Penedés con pinot noir. En resumen, impresión muy satisfactoria y nueva confirmación del buen momento por el que pasa la cocina asturiana.
Otros temas Carlos Maribonael