Yo soy Volkswagen y yo falsifiqué los aparatitos ecológicos. El ecologismo es un mito y el primero que legisló sobre los derechos de los animales fue Hitler. Frente a las cada vez más absurdas y lamentables exigencias medioambientales de los gobiernos, lo del aparatito de los coches de Volkswagen puede considerarse defensa propia.
Un necio que va por el mundo comprando productos ecológicos no sólo está pidiendo a gritos que le estafen sino que merece ser estafado. Mi gran proyecto vital es drenar el Amazonas y meter a todos aquellos chamanes, por traficantes, en la cárcel. Entre tanto me he comprado el tractor más diesel que he encontrado y cuando me lo manden me pasaré todo el día dando vueltas como un loco arriba y abajo de General Goded.
Prefiero las farolas a los árboles, y la buena diversidad de la fauna es la que cabe en una olla. Prefiero la piscina al mar, porque hay inteligencia y no hay bichos. Si la capa de ozono tiene agujero, que lo tapen, y que nos dejen en paz con el aire acondicionado.
El medioambientalismo es pensamiento débil, un subproducto de fracasados. Es una perversión pensar que una ballena tiene derechos; pero es atroz preferir los supuestos derechos de esta ballena a la supervivencia de su cazador. Es lo mismo que los antitaurinos, que suelen ser abortistas. Pues mire, oiga, señoría, no tengo más preguntas.
Yo soy Volkswagen. Yo inventé los aparatitos antiecologistas tomando unas copas con Ronald Reagan y Margaret Thatcher. El ecologismo es una superstición. ¡Las cosas en las que uno acaba creyendo por tal de no creer en Dios! El ecologismo es una de las marcas blancas del comunismo para seducir a despistados y blandengues, una suerte de totalitarismo de baja intensidad mientras recobran fuerzas para hacer la revolución.
La libertad cuando no avanza retrocede. Hay que levantarse contra la siniestra conspiración de la lechuga. La oca no tiene derechos. La oca lo que tiene es foie.
Otros temas Salvador Sostresel