Xavier Trias no dejó de ser alcalde por culpa de las cuentas opacas en Suiza que falsamente le atribuyeron sino porque su campaña para la reelección fue lamentable y rechazó el apoyo que desinteresadamente y superando no pocas contradicciones le ofrecieron el Partido Popular, Ciudadanos y el PSC para evitar que el populismo tomara Barcelona.
Trias prefirió ayudar a Artur Mas en su proceso independentista, que pasaba por rechazar cualquier alianza con los partidos constitucionalistas, y así fue como el centro derecha moderado entregó Barcelona al populismo ramplón y chavista que Ada Colau encarna y que está destruyendo el esplendor de una de las ciudades más importantes de Europa. La primera y más letal consecuencia del independentismo no fue ni una mejora de la financiación, ni más transferencias o mejores infraestructuras ni mucho menos la independencia, sino la demolición económica, urbanística y moral de una Barcelona que había llegado a competir con Roma por ser la tercera ciudad más visitada de Europa, con el permiso de París y Londres. Los que dicen querer construir una nación no han sabido preservar ni una ciudad y los que reclaman la independencia del Estado porque supuestamente “nos roba” nos han arrebatado una de nuestras principales fuentes de proyección y de riqueza. Puede que Trias no tenga dinero escondido en Ginebra pero de haberlo tenido nos habría robado mucho menos de lo que lo ha hecho entregándole Barcelona a Ada Colau.
Alberto Fernández-Díaz (PP) fue quien primero le ofreció sus tres concejales a Trias y Carina Mejías (C´s), pese a los desprecios que ha tenido que aguantar de los nacionalistas, estuvo también dispuesta a hacer lo mismo para evitar que Barcelona en todos los sentidos se arruinara cayendo en manos de Ada Colau. Miquel Iceta, primer secretario del PSC, mostró su mejor su disposición al acuerdo pero no estuvo a tiempo de ofrecer nada concreto porque Trias, en muy pocos días, abandonó a su ciudad a la suerte populista.
Ahora pretende rematar su traición ofreciéndole a Colau un ridículo “pacto de país” junto con Esquerra, para forzar a la alcaldesa a que renuncie a su alianza con el PSC por el apoyo de los socialistas catalanes a la aplicación del artículo 155. De la mentira fundacional de que el independentismo es mayoritario en Cataluña, y de la mentira todavía más escandalosa de que existe un “mandato democrático” para realizarlo, nacen estas urgencias contra natura, estos siniestros remendos contrarios a los intereses de la Humanidad y que no hacen más que enredar el conflicto, cada vez con más demagogia y con más mentira.
Trias, que tras su estrepitoso fracaso no sólo tendría que haberse retirado sino que tendría que haberse jubilado, tendría que haber dejado paso a alguien que desde su partido tuviera la fuerza y la inteligencia para combatir y desalojar al populismo al que él nos condenó. Y no sólo se agarra patéticamente a la silla, dejando a Ada Colau sin oposición, sino que le ofrece su apoyo en nombre de una mayoría independentista que ni existe ni Ada Colau tiene el menor interés en que exista, legitimando de este modo su acción política, reconociéndole el liderazgo, poniéndose a su servicio y condenando a los barceloneses a la miseria y al desprestigio en que siempre caemos cuando en lugar de hacer política basándonos el principio de realidad damos rienda suelta a las fantasías.
Como en 2015 cuando por primera vez llegó al cargo, si Ada Colau no repite en 2019 como alcaldesa no será porque no hayan hecho todo lo posible Xavier Trias y lo que queda de Convergència.
Otros temas Salvador Sostresel