Es fundamental educar a las niñas en el lujo. Es importante llevarlas a los buenos restaurantes, a los mejores hoteles, establecer una relación de naturalidad entre ellas y lo extraordinario. Que lo incorporen, pero no como una ostentación, sino como su forma de ser. Jaime Gil de Biedma agradecía que le citaran, pero le hacía mucho más feliz que la gente adoptara en su lenguaje giros o expresiones que él había inventado. Es exactamente ésta la relación que tiene que haber entre tu hija y el lujo. Es la herencia más importante que puedes dejarle, mucho más que una casa.
El vínculo más sagrado de la Humanidad es el que se tensa entre un padre y su hija. Y tenemos que estar preparados -o lo mejor preparados posible, en tanto que nunca se está preparado del todo para un trago tan amargo- porque el momento en que un jovenzuelo vendrá a arrancárnosla, inevitablemente llegará.
Es básico que tu hija conozca el lujo, que aprenda a valorarlo, que extraiga la información que nos aporta, y que acuda a él con seguridad y sin urgencias históricas.
La primera virtud del lujo es lo bien que funciona como antídoto de toda clase de macarras e indocumentados. El amor es importante pero las clases sociales lo son todavía más y es primordial que tu hija esté configurada para algo mejor que para salir a empatar en Las Gaunas. El lujo como primera criba es de una eficacia probada.
Pero para evitar que lo puti se te cuele por el lado contrario es también fundamental que este lujo no sea en tu hija una aspiración de princesa de saldo y esquina. Como Jaime Gil de Biedma, se trata de que esté discretamente incorporado en su proceder cotidiano, porque conozco a muchos sátrapas de mi edad y de mi misma clase social -solteros algunos y algunos casados- que emplean para la seducción el truco de los viajes y los restaurantes y las óperas. Una muy vieja farsa que sin embargo continúa siendo muy útil para engañar a estas chicas cuyos padres -bastante idiotas- las educaron en la austeridad. En estos momentos comprendes el gran error de esta estrategia, y lo imprescindible que es que tu hija haya tenido acceso a todo aquello con lo que podrían hacerle el chantaje del sonajero, de modo que no puedan deslumbrarla con lo más elemental ni diga sí a todo con las bragas en la mano; y no acabe tirada en cualquier rincón como un trapo mojado cuando ya de ella se hayan aprovechado.
Educa a tu hija en el lujo. La protegerás lo mismo de los quinquis que de los listos del otro lado, esos que tanto se parecen a ti cuando eras joven y saben como tú todo el repertorio de memoria. El lujo nunca falla cuando sabes manejarlo, situarlo, proyectarlo. La clase social es el referente más seguro y el más inevitable. He visto desenamoradas que se enamoraban, pero aunque a veces te divierta retozar con tu Ana Briongos tú sabes mejor que nadie que nunca la podrás llevar a ninguna parte.
Tenemos poco margen, mucho trabajo, y el tiempo pasa demasiado rápido. Hay cosas que no podremos evitarlas y espero que la vida no nos tenga reservadas curvas demasiado trágicas, pero podemos preparar a nuestras hijas para que crezcan seguras, tranquilas, y con los viejos trucos de los mamarrachos aprendidos. Podemos fortalecer su autoestima y podemos estar siempre a su lado. Luego el azar también cuenta, y la casualidad, y lo que se tuerce por la parte más inesperada, pero que como mínimo no nos destrocen los golpes que podíamos haber calculado.
Que tu hija crezca en el lujo es importante aunque sólo sea para que puedas mantener tu ilusión de que el mundo continúa libre, limpio y ordenado. Y según tus normas, claro.
Otros temas Salvador Sostresel