Yo entiendo que el presidente Rajoy desespere a mucha gente, porque en la era de Twitter, y otras tantas vanidades, nos habíamos llegado a creer que el tumulto y cuatro pedantes con sus elucubraciones podían marcar la agenda y los tiempos de todo el mundo, y en parte es verdad que ha sido así en muchos, demasiados casos.
Pero con Rajoy es distinto. Tienen su visión y su ritmo, y es él quien los acaba imponiendo a los demás. Rajoy es un señor muy listo en un mundo de niñatos consentidos que ni han empatado con nadie, ni han demostrado ninguna audacia, ni sus trayectorias públicas tienen ningún interés, ni por cierto ningún sentido.
A mí los que más me gustan son los que dicen que Rajoy no hace nada, o que está aislado, o quemado por la corrupción. Hay que tener pocas luces para no comprender que es justo lo contrario. Rajoy ha hecho todo lo que tenía que hacer y lo ha hecho de un modo discreto y efectivo, que es lo que se espera de un político vertebrado. Cuestionar el progreso económico de España es negar la realidad.
Los que dicen que Rajoy está aislado, verán en breve cómo sus adversarios niñatos no tendrán más remedio que investirle. Y si no lo hacen verán otra cosa todavía mejor, que es la mayoría absoluta del PP.
El argumento de la corrupción es el más mediocre, y el más inútil. Rajoy ha dado las explicaciones que tenía que dar, y las ha dado en sede parlamentaria, y los españoles le han indultado de la responsabilidad política que se le pudiera atribuir, concediéndole a cada votación más escaños.
Rajoy no aspira a contar con el beneplácito ni de opinadores presumidos, ni de la turba amontonada de Twitter, y eso desespera sobre todo a estas dos subespecies de ignorados.
Y yo tengo que decir que es una desesperación que a mí me reconforta casi tanto como el aire acondicionado.
Otros temas Salvador Sostresel