Críticas a Telecinco por la miniserie que está ultimando basada en la novela de Rafael Vera sobre el entorno de ETA. Se le reprocha a la cadena que se centre en esta versión de los hechos. ¿En qué otra versión tendría que basarse? ¿En la de ETA?
Mi querido Hermann Tertsch dice que uno no consigue ser libre en España hasta que no pierde el miedo de que le llamen fascista. El nivel del debate público ha caído en nuestro país hasta el extremo de que hemos acabado situando en un mismo plano moral a Urrusolo Sistiaga y a Rafael Vera, o a quien fuera su ministro, José Barrionuevo.
Rafael Vera fue secretario de Estado para la Seguridad y José Barrionuevo, ministro del Interior. Ambos fueron condenados a penas de prisión por su supuesta implicación en el secuestro de Segundo Marey. Rafael Vera fue concretamente acusado del delito de malversación de caudales públicos para la financiación de los GAL.
Un Estado es un cuerpo entero, con sus partes nobles y sus cloacas; y con todo ha de poder defenderse cuando está siendo atacado. Si uno no no es libre hasta que no pierde el miedo de que le llamen fascista; uno tampoco alcanza la altura de la condición de ciudadano hasta que no asume que un Estado no puede hacerse la niña tonta en medio de una orgía, y que también desde las cloacas nos defendemos, nos legitimamos, y continuamos existiendo.
No se puede ser ciudadano, con toda la dignidad que conlleva, sin mancharse, sin entender que ni somos ni podemos ser neutrales, sin pagar cuando es preciso el precio. Rafael Vera pagó por nosotros parte de este precio, y es de pueblo miserable no reconocérselo.
Yo estaría encantado de invitar a cenar a Rafael Vera, y de darle un agradecido abrazo en nombre de todo lo que hizo por preservar mi vida y la de mis padres, y la de tantos españoles que estuvieron en peligro aunque fuera tal su inconsistencia que ni se dieran cuenta; y naturalmente me interesa su punto de vista, porque es el mío, y me duele su persecución judicial porque en lugar de agradecerle lo que todos le debemos, le linchamos como una tribu que ignorara el valor y la fragilidad de la democracia. Lo que diferencia a un Estado de una tribu es que en los momentos delicados los ciudadanos del Estado se unen para reforzar la estructura y los habitantes del poblado danzan eloquecidos y acaban merendándose hasta al hechicero.
Rafael Vera soy yo. Yo, ciudadano todavía vivo, todavía libre, aunque, seguramente como él, algunas cosas podría haberlas hecho mejor. ¿Qué vida no está inevitablemente ligada a la imperfección humana?
En Gibraltar disparé yo, dijo Margaret Thatcher, sobre los dos terroristas del IRA abatidos por la policía en el peñón. Churchill, preguntado por el jefe de la oposición sobre si aquellas muertes las había causado el MI5 respondió que era imposible, “porque como usted y yo sabemos, el MI5 no existe”.
Un Estado no es un desfile de modelos, ni un anuncio de desodorante. Luchar contra ETA no fue jugar un amistoso contra un tercera regional, ni un debate teórico, ni una contraposición de dos legitimidades, y hubo en juego cosas mucho más importantes que preservar que la vida de los etarras.
Hay una jerarquía, un orden, una estructura fundamental y el principio inalterable de que el mayor enemigo de la libertad es el caos.
Rafael Vera hizo lo que pudo para protegernos y si se equivocó en algo fue más en el mecanismo que en el concepto. Yo soy uno de los que sobreviví a aquellos años terribles de plomo y muerte, y vuela hacia él todo mi agradecimiento.
Otros temas Salvador Sostresel