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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Queridos juguetes sexistas

Salvador Sostresel

Se acercan los días de comprar regalos. Mi hija tiene 4 años. Me gusta que sea una niña, princesa y femenina. Por ello le compro siempre juguetes sexistas. Muñecas y no balones de fútbol. Cocinitas y no metralletas. Disfraces de Frozen y no coches de carrera.

Los juguetes, y los juegos, tienen que ser sexistas porque en el mundo hay niños y niñas, y no es lo mismo. Aunque el feminismo quiera destruirnos con su igualitarismo atroz, ni somos iguales ni tenemos que serlo, y cada sexo tiene su rol y sus particularidades.

Ni es lo mismo tener un hijo que tener una hija, ni mi hija espera lo mismo de mí que de mami. Los juegos a los que yo juego con mi niña son muy distintos de aquello a lo que juega con mi esposa, porque ni mi hija ni mi ahijado son lo mismo, ni yo soy lo mismo que mi esposa.

Me gustan, adoro los juguetes sexistas. Sexistas es una manera especialmente estúpida de llamarles. Basta con decir normales. Porque lo normal, a pesar del feminismo totalitario, y de esa corrección política que no es más que una rendición de la inteligencia; lo normal, decía, es que las niñas jueguen con Barbies y los niños a darle golpes -no importa de qué clase- a una pelota. Lo normal es que las sexualidades se diferencien y se perfilen; y tenemos que dejar que se reconozcan en paz en su naturaleza, en lugar de desnaturalizarlas y violentarlas con ideología.

“Los niños son de hierro y las niñas de azúcar”, decía mi querida tía Lola, para que nos acordáramos de ser siempre suaves con ellas. Seguro que hoy, alguien acusaría a mi pobre de mi tía de machista. Y hasta de maltratadora.

Muñecas y peluches, disfraces y casitas, todo bien rosa se lo pienso comprar a mi hija. La meva nina. Porque tengo una princesa, y no una camionera; y me gusta comprarle vestiditos, y no esas camisas de cuadros que ya llevan de regalo un cervecero vaso de plástico y un paquete de Ducados.

Hay niños y hay niñas. Azul y rosa. José y María. Y hacemos cosas distintas porque somos distintos. Y porque somos libres.

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