Mi mujer se enfada cuando le digo que no entiende al niño que soy, ni lo que el niño necesita. Yo le respondo que mi frustración es compatible con mi amor y que estoy acostumbrado a cualquier incomprensión. “¿Pero hace falta escribirlo?”. Es lo único que hace falta escribir. Sólo porque el director me lo pide escribo de política o sobre el Barça. Le pongo todo el interés, todas las fuentes y todo el riesgo, pero si por mi fuera sólo escribiría de mi mujer y de mi vida, de los regalos que deberían de llegar, de mi hija y del tema fundamental y epifánico y total del niño profundo y doloroso, indefenso y tan brutal.
Yo sólo escribiría sobre ti para desmenuzarte y volverte a anudar, para destruirme en tu necesidad y para reconstruirme en esa terrible distancia que de repente me aleja de ti cuando más cerca creía que te iba a tener.
El único tema serio eres tú, es decir, yo. También te enfadaste porque le llamé idiota a tu hermano. Esto sí que me “sabe mal”, como decimos los catalanes: que te enfadaras, aunque has de reconocerme que idiota lo es un rato.
De verdad que me sorprende que tras diez años todavía me preguntes si tenía que escribir esto. Tiene hasta algo de tierno. ¿Qué otro sentido tiene mi vida que no sea escribirlo absolutamente todo? ¿Con quién te casaste? ¿Cuándo te engañé? Yo sólo sé escribir y reservar mesa en los restaurantes. Yo sólo sé escribir sobre lo que tú me haces, sobre lo que me empeño en esperar de ti y nunca llega, en mi absurda pretensión de doblegarte y voltearte como si fueras el recorrido de una montaña rusa; sobre cómo organizas el caos que mi vida sería sin ti y las raíces que mantengo porque tú las sostienes con tus manos, contra lo especiales, por decirlo de algún modo, que somos todos en mi familia.
Me fascina que aún te creas una víctima de mis artículos, que aún los leas y no hayas aprendido a callar cuando no te gustan. ¿De qué crees que sirve decírmelo? Yo soy el primero que preferiría no escribir de mí, ni de ti. Te lo digo en serio: me gustaría no ser tan hijo de puta, ni llevar tan visible el bisturí. ¿Crees que es fácil? Ojalá me bastara con el nuevo candidato del PSC, el Covid y la presidenta de Madrid. Pero salí tarado y me tocó este amargo y bellísimo destino. De entre todas tus formas de despreciarme la que más me humilla es que aún creas que tendría alguna posibilidad, ni que fuera remota, de no escribir lo que acabo escribiendo y me hiere a mí mucho más que a ti. ¿Qué otra cosa he hecho estos diez años? Diez años pasan tan rápido que parece que hayas estado soñando. El fuego de los días quemados ha abierto una senda que lleva a otra época. A veces me hablas como si pensaras que no te quiero y a veces eres un tanque contra cada una de mis esperanzas.
Yo no sé qué le hiciste a tu niña profunda pero donde estaba tu escuela ahora han puesto un geriátrico, y no es una metáfora. Nuestra hija va a mi colegio, aún con los que fueron mis profesores. Esto tampoco es una metáfora, aunque yo suelo estirarlo como si lo fuera pero ellos me acarician la cabeza ya de gordo calvo y se cansaron de perder el tiempo preguntándome por qué lo escribo.
Otros temas Salvador Sostresel