Zapatero blanqueando a Maduro, Colau alcaldesa de Barcelona, Pablo Iglesias vicepresidente del Gobierno. No estamos tan lejos de la barbarie, de la tiranía. Nuestro mundo libre se sostiene por los pelos. Cada vez que se produce algo es un retroceso. No sé si acabaremos como en Venezuela pero sé que todas las alarmas saltaron y que continuamos haciendo ver que no pasa nada.
La propaganda puede más que la verdad, el buenismo se impone a la inteligencia, lo discrepante se considera extrema derecha y los signos de deterioro de nuestra convivencia son cada vez más evidentes.
Estamos en la fase en que vista con el tiempo, muchos se preguntarán: ¿cómo pudo ser que los que la vivieron no se dieran cuenta y no hicieran nada? Somos la crónica escribiéndose de un monstruoso hundimiento. Lo de “esto aquí no puede pasar”, y la garantía europea, son salvaguardas que, si en otro tiempo resultaron convincentes, ahora simplemente resultan una coartada para la inacción y la inconsciencia. El debate público español está dramáticamente falseado por todo lo que destruye la libertad. La supuesta amenaza de la extrema derecha -una extrema derecha que no existe- se usa como espantajo y distracción de un totalitarismo izquierdista que históricamente ha sido el desencadenante de los mayores desastres de España.
No estamos bien. No estamos sanos. La izquierda tensa el drama, la derecha no es inteligente y la gente no entiende cómo funciona su bienestar y por lo tanto es incapaz de tomar decisiones eficaces para protegerlo. Han sido muchos años de excedente y comodidad. Nunca los españoles habíamos vivido tan bien durante tantos años, en democracia y libertad. Hemos descuidado las fronteras, hemos encadenado las resacas, hemos cometido excesos de toda clase y hemos faltado más de lo prudente al trabajo. La inercia se ha atascado y el Covid nos ha puesto ante el espejo cuando menos favorecidos estábamos. No se trata de ser alarmista, pero les estaría engañando si les dijera que pienso que tenemos lo básico asegurado. Todo lo que hace 84 años nos llevó a la Guerra es el caldo de cultivo que desde hace un par de años ha puesto a hervir nuestra izquierda prebélica. Hay una sola diferencia, muy agradable y para nada menor, que nos favorece, y es que de momento no nos hemos puesto físicos. Esperemos que nunca lleguemos tan lejos, pero no sé si puedo ser optimista sin ser un iluso.
España ha logrado como nación no sólo casi todo lo que se ha propuesto sino una gloria que han podido saborear muy pocas naciones e imperios de la Historia. Pero hasta la fecha ha fallado sistemáticamente en tener una izquierda civilizada, con la alta excepción de los gobiernos de Felipe González. Esta carencia suele tener consecuencias nefastas. Tendríamos que aprender a saber qué hacer con nuestros demonios. Sobre todo la turba, que luego tanto se queja de los lamentables efectos de lo que excita.
Otros temas Salvador Sostresel