Nuestro querido Herrera acusó ayer a las feministas catalanas de permanecer “calladas como putas” ante la agresión que sufrieron dos mujeres que promovían la instalación de pantallas gigantes para poder seguir en las calles y plazas de Barcelona los partidos de la Eurocopa.
A nuestro querido Herrera le han acusado de machista, de misógino, y aunque no he leído todos los insultos, estoy convencido de que le habrán llamado también fascista, genocida y nazi, ese pack del cariño con el que siempre nos obsequia la izquierda.
Alguien podrá pensar, e incluso decir, que acudo en defensa de Carlos para defender mi sueldo. Pero no es cierto. Acudo en su defensa para salvar mi vida.
La corrección política es el fascismo de nuestra era, y “callar como putas” es una frase hecha que no significa para nada llamarle “puta” a nadie. A partir de ahí, todo lo demás ha sido linchamiento, esa sed de venganza de los incapaces contra los inteligentes. Ese resentimiento, que no es ni siquiera ideológico, que los memos tienen contra el talento. ¿Qué otra cosa es el totalitarismo sino la rabia que genera la impotencia?
No importa que seas de izquierdas, de derechas, feminista o católico: si expresas libremente lo que piensas, más temprano que tarde vendrán a por ti para violentar, retorcer o sabotear alguna de tus frases y ofrecerla a la turba como carnaza.
No, chico, no. No estoy defendiendo mi sueldo. Estoy defendiendo mi vida. Y la tuya.
Otros temas Salvador Sostresel