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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Los cuentos

Salvador Sostresel

Los cuentos hay que contarlos bien pero hay que saber vivirlos mejor. No basta con conservarlos en la memoria, sino que tenemos que incorporarlos a nuestra vitalidad, a nuestra esperanza y a nuestro modo de actuar. Somos cuentos, y si a alguien le parece ridículo, yo prefiero este ridículo a la truculencia de cuando dejamos de serlo. Hace algunas semanas subí andando al parque de atracciones del Tibidabo para pagar algunos excesos de los días anteriores. Mi idea era llegar al templo, rezar un Padrenuestro y bajar paseando a La Venta, donde había quedado para comer con mi querido Carlos Herrera.

Pero pese a que el parque estaba cerrado, vi el acceso como entreabierto y me colé y me di el gran gusto de pasear solo y en silencio entre las atracciones en descanso. Me gustan los parques de atracciones tanto como los restaurantes, y me atrae como una novia cadáver su aire espectral de cuando están cerrados o abandonados. Era feliz entre mis atracciones hivernando cuando vino a molestarme una empleada, rompiendo mi magia silenciosa y solitaria con su afán de jovenzuela en chándal de querer regañarme. Di algunas excusas vagas mientras me iba dirigiendo a la salida del parque, haciendo ver que hablaba por teléfono, para no tener que decirle nada, mientras ella a través de su walkie-talkie se comunicaba con alguien.

Y ese alguien llegó y era Enric Domingo, jefe de comunicación del Tibidabo, que me reconoció y en lugar de reñirme fue increíblemente cariñoso, sobre todo cuando le conté la verdad de mi intrusión y mi fascinación por los parques. Me contó que para la nueva temporada, que hoy empieza, la gran atracción es la refundación del Castillo Encantado, convertido en un recorrido misterioso por algunos de los más hermosos cuentos de nuestra infancia. Pensando en mi hija, y en los lectores del periódico -que no son hijos míos, pero como si lo fueran- le pedí si podía organizarme una visita al remodelado Castillo antes de que el parque abriera, para poder saludar su estreno con un artículo.

Y así fue como ayer el “cap del parc”, David González, tuvo la bondad de recibirnos y de presentarnos la atracción. Maria quiso invitar a su amiga Isabel, y los tres paseamos por los cuentos del Castillo, escenificados con estilo y gracia, sacando provecho de la tecnología pero sin perder la sencilla magia de la infancia. La temperatura más que benigna, y el sol primaveral que hará siempre imposible cualquier revolución en mi ciudad, aseguran una afluencia notable en este primer fin de semana de la temporada.

De vuelta a casa les conté a las niñas que sin el cuento real no habríamos tenido acceso a los cuentos imaginarios, y que si yo ya no viviera desde el niño profundo, y ya no soñara en colarme en los parques de atracciones cuando están cerrados, no habría conocido a Enric Domingo, ni habría podido conmoverlo con mi verdad más íntima y más sincera, con el cuento que yo vivo, con el cuento que yo soy, con el cuento que siempre y en todo escribo. Cuento moral, cuento vital, cuento en el Castillo Encantado para que los niños paseen a través de su hechizo y no se olviden nunca de saber lo que realmente les hace felices.

Los cuentos hay que contarlos bien pero hay que saberlos vivir con talento, con todo su riesgo, porque los lobos existen, y las caperucitas; porque sólo ellos nos rescatan de lo insignificante, de lo pedante, de lo que los que perdieron la luz creen que es lo real cuando sólo es la bandera blanca de su rendición.

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